Desde
1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento del
escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY promueve la
celebración del Día Internacional del Libro Infantil con el fin de
promocionar los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura
entre los más jóvenes.
Cada
año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser la
patrocinadora internacional del Día del Libro Infantil y selecciona
un escritor/a representativo y a un reconocido ilustrador/a de su
país para que elaboren el mensaje dirigido a todos los niños del
mundo y el cartel que se distribuye por todo el mundo, y se promueva
la celebración en las bibliotecas, centros escolares, librerías,
etc
Este año, la Sección de Brasil ha sido la encargada de elegir escritor e ilustrador, que han sido la autora Luciana Sandroni y el dibujante Ziraldo. La Sección Española, OEPLI ya ha traducido el texto (por Elisa Toledo) y lo tiene colgado en su página oficial, de donde lo he sacado y "toqueteado" porque algunas rayas, puntos y mayúsculas me bailaban.
Y aquí están. Pero lo que tiene cortar y pegar: que se queda todo lleno de "marcas" y las sangrías bailan como ellas solas. Si tengo tiempo, lo transcribiré entero y lo meteré de nuevo bien hecho.
Érase
una vez una… ¿Princesa? No.
Érase
una vez una biblioteca. Y érase también una vez una niña llamada
Luisa que fue a la biblioteca por primera vez. La niña caminaba
despacio, tirando de una mochila de ruedecitas
enoooorme.
Observaba todo con admiración: estantes y más estantes repletos de
libros. Mesas, sillas, almohadas de colores, dibujos y carteles en
las paredes.
—Traje la foto — le dijo tímidamente a la bibliotecaria.
—¡Muy
bien Luisa! Voy a inscribirte. Mientras tanto puedes ir escogiendo el
libro. ¿Sabes que puedes llevarte un libro a casa?
—¿Uno sólo? — preguntó decepcionada.
—¿Uno sólo? — preguntó decepcionada.
En
ese mismo instante sonó el teléfono y la bibliotecaria dejó a la
niña con la tan difícil tarea de elegir un único libro en la
infinidad de estantes. Luisa arrastró su mochila y buscó, buscó
hasta que encontró su libro favorito: Blancanieves.
Se trataba de una edición de tapa dura, con hermosas ilustraciones.
Con el libro en la mano empujó su mochila de nuevo y, cuando ya
estaba a punto de salir, alguien le tocó el hombro. La niña se dio
la vuelta y casi se cae para atrás del susto: nada más y nada menos
era el Gato con Botas con su libro en la mano, ¡digo, entre las
patas!
—Buenos
días, ¿cómo estás? — le dijo haciendo una reverencia.
—Luisa,
¿Acaso no te sabes de memoria todas esas historias de princesas?
¿Por qué no te llevas mi libro El Gato con Botas, que es mucho más
divertido?
Luisa
con la boca abierta no sabía qué decir.
—¿Qué
te pasa? ¿Te comió la lengua el gato? — bromeó.
—¿Eres
el Gato con Botas de verdad, verdad?
—¡Si,
en persona, digo, de carne y hueso! Llévame a tu casa y sabrás
todo sobre mi historia y la del Marqués de Carabas.
La niña, de tan perpleja, solo conseguía asentir con la cabeza. El Gato con Botas, con un toque de magia regresó a su libro y, cuando Luisa estaba a punto de salir de la biblioteca, volvió a sentir un toque en el hombro. Era ella: "blanca como la nieve, colorada como la sangre y con cabellos negros como el ébano". ¿Adivinaste?
—¡¿Blancanieves!? — dijo Luisa anonadada.
—Luisa,
llévame contigo también. Esta edición — dijo mostrándole su
propio libro — es una adaptación auténtica del cuento de los
hermanos Grimm.
Cuando
la niña estaba a punto de coger el libro, el Gato con Botas
apareció molesto:
—Blancanieves, Luisa ya escogió. Vete con tus seis enanos.
—¡Son
siete y no seis! ¡ Y ella aún no ha escogido! — le dijo
Blancanieves roja de cólera.
Los
dos miraban a la niña esperando una respuesta:
—No
sé cuál llevar...querría llevármelos todos...
De
repente, sucedió algo increíble: fueron saliendo de los libros…
Cenicienta, Caperucita Roja, Rapunzel. Un equipo completo de
princesas de verdad:
—Luisa
llévame a tu casa — le suplicaban todas.
—Yo
sólo necesito una cama para dormir un rato — dijo la Bella
Durmiente mientras bostezaba.
—Solo
cien años — dijo el Gato burlándose.
—Puedo
limpiar tu casa, pero de noche tengo una fiesta en el castillo del
....
—¡Príncipe!
— gritaron todos.
—En
mi cesta tengo torta y vino. ¿Quién quiere? — ofreció
Caperucita.
Y
continuaron apareciendo más personajes: el Patito Feo, la Vendedora
de Fósforos, el Soldadito de Plomo y la Bailarina:
—¿Luisa podemos ir contigo? Somos los personajes de Andersen — pidió el Patito Feo que tan feo… no era.
—¿
Tu casa está calentita? — preguntó la Vendedora de los Fósforos.
De
repente, delante de todos, apareció un lobo enorme, peludo, muy
peludo, con los dientes afilados: ¡El lobo feroz!
—Lobo ¿por qué tienes esa boca tan grande? — le preguntó Caperucita por costumbre.
—Yo
les protejo — dijo valientemente el Soldadito de Plomo.
El
Lobo abrió la boca y… ¿se los comió a todos? No. Solo bostezó
de tanto sueño y les dijo con calma:
—Tranquilos. Sólo quería darles una idea. Luisa se lleva el libro de Blancanieves y nosotros entramos en su mochila que es muy grande.
A
todos les gustó su idea.
—¿Luisa
nos dejas ir contigo?
—¡Claro
que sí! — Dijo Luisa abriendo la mochila.
Los
personajes hicieron fila y fueron entrando uno a uno:
—¡Primero
las princesas! — dijo la Cenicienta.
Al
final aparecieron también los personajes brasileños: el Sací, el
Caipora, una muñeca de tela que no para de hablar, un niño muy
loquito, una niña con una cartera amarilla, otra con la foto de su
bisabuela pegada al cuerpo, un pequeño rey mandón. Todos entraron.
La
mochila pesaba más que nunca. ¡Cómo pesan los personajes! Luisa
llevo el libro de Blancanieves y la bibliotecaria anotó todo en su
ficha.
Poco
después la niña llegó a casa feliz. Su mamá le preguntó desde
la cocina.
—¿Hija,
llegaste?
—Síííí,
mami, llegamos.
LUCIANA Sandroni
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COMENTARIO AL MARGEN
Es la primera vez que... ¡No me gusta nada el texto y tampoco la ilustración!
No me he resistido y he vuelto a abrir este post para añadir que no me gusta porque no le veo calidad literaria al texto, además de su toque machista, y la ilustración tiene una connotación religiosa (¿el libro es un regalo divino?) que tampoco pega nada ni con el texto, ni con la celebración. ¡Glup! Lo puse.
No me he resistido y he vuelto a abrir este post para añadir que no me gusta porque no le veo calidad literaria al texto, además de su toque machista, y la ilustración tiene una connotación religiosa (¿el libro es un regalo divino?) que tampoco pega nada ni con el texto, ni con la celebración. ¡Glup! Lo puse.
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