Hace un par de años preparé un lote de libros para la celebración del DENYP y escribí un artículo recogiendo los títulos. Creo que tienen toda la vigencia de entonces, aunque habría que añadir algunos nuevos. Dos novedades serán incluidas como nuevas entradas posteriores a esta. El artículo era este:
Al llegar la celebración del DENYP, el Día Escolar de la No-violencia Y la Paz, suelen aparecer listas de libros infantiles y juveniles recomendados por o para los colegios. En general son del tipo “Los niños no quieren la guerra” (de Éric Battut, en la Editorial Juventud) o el clásico “La rosa de San Jordi” (de Joles Sennell, en Ediciones SM), donde se aborda una guerra entre dos grupos y su solución llegando a la Paz, o en términos metafóricos del tipo de “Los dos monstruos” (de David McKee, en E. G. Anaya).
Pero se me ocurre que habría que hacer, por lo menos de vez en cuando, una presentación y propuesta de libros que tenga un planteamiento como el que hace la Dirección General de Tráfico con sus anuncios queriendo parar los accidentes: en plan dramático, tirando a trágico: el problema no se resuelve. O lo que es lo mismo, libros como el conocido “El diario de Ana Frank” (de Ana Frank, en distintas editoriales, incluso en cómic en Norma Editorial), o aquel libro de Carol Matas “Lisa” (en Ediciones B) donde se hablaba de morir y matar sin rodeos, ambos sobre la guerra montada por los nazis en Europa, o “El cartero de Bagdag” (de Marcos S, Calveiro, en la Editorial Edelvives). Es decir, libros donde se viven las guerras desde dentro y no nos dan esas soluciones bonitas que puedan hacer creer que todo termina bien, que siempre hay un final feliz.
En esa línea, me acuerdo de tres novelas juveniles que recogen momentos de la Guerra Civil española: “Cielo abajo” (de Fernando Marías, en E. G. Anaya), “Memorias de una vaca” (de Bernardo Atxaga, en Edicionesl SM) y “La guerra de Amaya” (de Vicente Muñoz Puelles, en E. G. Anaya). Magníficas. (Aquí habría que actualizar con la novela "Días azules, sol de la infancia", de Marcos Calveiro en Edelvives).
Son muchas las novelas juveniles y cuentos infantiles, más o menos largos, que podemos encontrar que traten los conflictos bélicos. Pero, para lo que es una exposición de libros y libros que puedan leerse en clase en un momento para acompañar la celebración del DENYP, vamos a inclinarnos por buscar álbumes ilustrados. Y, siguiendo con los dos conflictos apuntados, para el europeo me inclinaría por “El niño estrella” (de R. Hausfater-Douïeb, en Edelvives), “La cruzada de los niños” (de Bertolt Brecht, en El Jinete Azul) y “Sálvate Elías! (de Élisabeth Brami, en Kalandraka).
Para el conflicto español hay un título indiscutible que es “Estos días azules…” (de Antonio Ventura, en Thule Ediciones) y “Guernica” (de Heliane Bernard, en Kalandraka). Por cierto que el libro “Un cuadro de Picasso” (de Claire D’Harcourt, en Faktoría K de Libros) va a desmenuzar ese cuadro en cuestión dándole sentido a cada línea de esta gran obra pictórica.
Dos álbumes pueden ser poéticos pero a la vez dramáticamente perfectos para contarnos el después de la guerra: “El principio” (de Paula Carballeira, en Kalandraka) y “Camino de casa” (de Ana Tortosa, en Thule Ediciones).
En términos metafóricos, hay dos álbumes que me parecen magníficos para recoger los conflictos entre iguales que acaban destruyéndose entre sí. Por un lado “El príncipe de los Enredos” (de Roberto Aliaga, en Edelvives) con un cuervo maquiavélico que persiguiendo sus intereses conseguirá la autodestrucción de un árbol; y “Bandada” (de María Julia Díaz Garrido, en Kalandraka), con esas aves ambiciosas “que no controlaron su comportamiento”.
Podríamos también hablar de Paz en otros términos o, en esta selección sin final feliz, de falta de paz: falta de paz con uno mismo, con el entorno hostil en el que se vive porque la gente es miserable con una víctima concreta o con cualquiera y falta de paz con el destino hostil al que se llega emigrando. Así en el primer bloque hay dos títulos muy distintos pero que son muestra de una guerra personal con uno mismo: “El libro triste” (de Michael Rosen, en Editorial Serres) y “Cómo fracasé en la vida” (de Bertrand Santini, en Thule Ediciones).
Se le hace la guerra a una persona, se le destruye, porque se le señale como diferente, como en “Belisario” (de Gaëtan Dorémus, en Fondo de Cultura Económica) o se invente un bulo como en “Las manzanas del Señor Peabody” (de Madonna sobre un cuento antiguo ucraniano, en Ediciones Destino).
Y se le hace la guerra, especialmente a la infancia, con la miseria y los miserables que la cultivan, como en “Los mercaderes del diablo” (de Juan Farias, en Ediciones S.M., corto e ilustrado que sin ser álbum merece la pena que lo incluyamos) y “De noche en la calle” de Angela Lago, en Ediciones Ekaré, libro sin texto pero no por ello menos impresionante).
Y para el drama de la emigración el maravilloso libro “Migrar” (de José Manuel Mateo, en Kalandraka) y “Emigrantes” (de Shaun Tan, en Barbara Fiore Editora, sin texto y a modo de viñetas, sin ser precisamente un cómic).
Un libro más imprescindible en esta relación, que nos ofrece otro aspectos de la violencia a la que hay que combatir, por la falta de libertad ante la dictadura, es “La composición” (de Antonio Skármeta, Ediciones SM). Simplemente genial.
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