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miércoles, 13 de enero de 2016

QUÉ HACER ANTES DE LEER

    Iniciamos las reflexiones dedicadas a la lectura en general con algo que considero un problema grave de la lectura de los chicos y las chicas: que todo lo leen igual. Es decir, utilizan las mismas estrategias de lectura independientemente de para qué están leyendo.

     Y es que en la definición de leer se ha tardado mucho en incluir el objetivo de lectura: interpretar un escrito para un fin. Esto supone que el qué leer y el cómo leer dependen del para qué leer. Y nuestros pequeños lectores lo leen todo igual: tanto si es un libro para distraerse, como si es un texto de estudio, como si es una carta, como si es un problema de matemáticas... ¡Error!

     Los lectores competentes tal vez no somos conscientes de cómo cambiamos de estrategias de lectura según para qué leemos pero, a poco que pensemos, diferenciaremos qué hacemos cuando consultamos un horario, miramos la factura del teléfono, leemos una novela, los subtítulos de una película, hojeamos el periódico, intentamos poner en marcha un aparato con sus instrucciones o seguimos una receta para cocinar.

   Leemos, releemos, nos saltamos renglones, buscamos el significado de una palabra o no lo buscamos, subrayamos, leemos de pie, paramos y volvemos atrás porque algo se nos ha ido, miramos por encima buscando un nombre propio, nos hacemos un resumen antes de seguir, echamos “un vistazo” para luego leerle a alguien en voz alta,... Y todo según para qué estamos leyendo.

   Por lo tanto, es fundamental entrenar a nuestros prelectores y lectores en qué hacer antes de leer que, sin duda pasa, antes que nada, por tener muy claro para qué se va a leer. Eso implica que esos objetivos se pueden satisfacer con unos tipos de textos, y necesitan de unas condiciones distintas de lectura (los contextos) y distinto esfuerzo. Todo eso podemos empezar verbalizándolo y adecuando cada vez que vayamos a leer con ellos de manera que terminen incorporando como una rutina el dejar claro para qué van a leer y que eso conllevará una dinámica de lectura concreta.


     Una vez claro el objetivo hay que evocar qué se sabe ya de lo que se va a leer: sobre el tema, sobre el autor o autora, sobre los personajes, sobre la asignatura,... Después hay que identificar bien el texto: si es prosa o verso; si es texto continuo o discontinuo; si es narración o teatro; si es un ensayo o si es un libro de texto con sus fotos, títulos, epígrafes, piés de fotos, etc.

   A continuación actuaremos sobre el contexto. Nuestros jóvenes lectores tienen que saber cuándo pueden tener música de fondo o no y de qué tipo. Que no se engañen porque en la mayoría de los casos no les permite una buena concentración. Tienen que saber cuándo necesitarán de un diccionario (en papel o digital) porque es imprescindible conocer bien el significado de determinadas palabras o cuando pueden prescindir de esos significados porque no son fundamentales para la comprensión total. 


     Igualmente cuándo se necesita de dos lecturas y cuándo de solo una. Como saber si pueden estar echados en la cama y terminar quedándose dormidos o si han de estar en una silla bien derechos y despiertos. Y si necesitan papel y lápiz, otros libros de consulta, unos apuntes anteriores,...


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