De José Luis Ocaña, ilustraciones y texto. Editorial Kikaña.
(Nota: las ilustraciones que acompañan a este artículo son fragmentos y pueden estar girados. Los textos aparecen en el libro sobreimpresos en la ilustración. Para disfrutarlo todo al completo, como siempre, está el libro).
La primera vez que tengo contacto con “Caramelo” es un PDF que me manda el autor para que le dé mi opinión. Eran las ilustraciones que aparecieron posteriormente en el libro, pero sin texto alguno: no lo necesitaba. Toda la historia, y cada pedacito, se entendía perfectamente, emocionaba perfectamente, denunciaba perfectamente, transmitía perfectamente.
En sus gestiones para publicar el libro, el autor se encontró con ciertas dificultades solo por el hecho de no tener texto, por lo que dio el paso y escribió. ¿Cómo escribe un ilustrador acostumbrado a coger un texto de otra persona y hacer las ilustraciones? ¿Iba a contar por escrito lo que se estaba viendo? ¿Iba a repetirse y, en consecuencia, afear un tanto el trabajo?
José Luis Ocaña tenía muy interiorizado lo que había dibujado. Quién sabe cuánto de historia personal había en ello. No le costó encontrar la metáfora para poner en palabras lo que se había plasmado antes en dibujos: naufragar, perderlo todo, la soledad, el no existir para nadie más, nada para la gente a la que su barco le va bien … aunque, tal vez, quepa la posibilidad de un rescate.
Y con esas, José Luis antes que a un editor que quisiera publicarlo, encontró a una mecenas que sufragó la producción, dando lugar a este sello de Kikaña que asume la puesta en juego del libro, su producción. Esta mecenas es Sara Elena Huish que dice: “Sentí la necesidad de financiar la historia de Ocaña, que nos hace reflexionar sobre las desigualdades humanas de nuestras sociedades modernas, abordando el tema con exquisita sensibilidad. Todos somos “náufragos” en algún momento de nuestras vidas”.
El libro tiene unas medidas generosas, 25 x 28,5 cm., con 32 páginas de historia que suponen 16 ilustraciones en página doble cada una y a sangre, lo que viene a ser medio metro de ilustración cada vez que pasamos página y un corto texto de uno o dos renglones. La paleta de colores es tajante: tonos azules y grises para el “náufrago” y su entorno, así como para la gente para la que es invisible, frialdad …
… y anaranjados para cuando aparece Caramelo, lo que supone un derroche de calor y luz en la escena, lo que termina siendo la metáfora del rescate, el color. Porque, al final, J.L. Ocaña nos regala la esperanza para nuestros naufragios y nos invita a ser salvavidas de tanto náufrago que nos rodea.
Las imágenes van de un plano panorámico a un primer plano al pasar la página, lo que da idea de zoom, de “eso que vemos, vamos a acercarnos, vamos a profundizar en el detalle”. Este ejercicio de querer acercarnos, querer meternos en la situación, llega a su momento más destacado en un contraplano donde “somos nosotros” los que alargamos la mano a ver si nos ven, a ver si nos salvan, a ver si los demás se dan cuenta de que existimos.
En resumen, un álbum lleno de sentido y sentimiento y esperanzas, que sería como un libro de texto para esa asignatura de Empatía que debería empezar a impartirse ya en los centros educativos. Un libro en el que creer y recomendar.
Una experiencia con Caramelo.
José Luis Ocaña estuvo presentando el libro en la Librería Plastilina. Llegó acompañado de su perro Bono, magnífico. Para dar cuerpo a la presentación, de cara a los pequeños, contamos algún cuento de perros y alguna canción también. Luego explicamos lo de náufrago y naufragar porque los había muy peques. Y el cuento fluyó ante la más que atenta chavalería que luego acarició a Bono y se llevó su libro firmado por el autor con una pequeña acuarela individual de un Caramelo bien contento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario