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sábado, 9 de enero de 2016

LOS LOBOS EN LA LIJ – Pequeño apunte

     En un curso de costumbres y tradiciones, nos hablaron de cómo en algunos pueblos elaboraban con la harina del primer trigo recolectado, unas galletas con una forma de lobo muy rudimentarias, para luego comérselas y así exorcizar los miedos a las pérdidas de cosechas y consecuentes hambrunas.

     Los lobos, ciertamente, han pagado el pato de representar los miedos rurales de una forma, en su día, justificada: cuando los rebaños estaban desprotegidos o cuando había que cruzar un bosque en soledad. El lobo se convierte en un arquetipo del miedo, también urbano, por antonomasia con la divulgación de Caperucita, aunque 200 años antes de nuestra era se decía aquello de que Homo homini lupus: el hombre es un lobo para el hombre.


Añadamos la leyenda del hombre lobo, algo arraigado en numerosas culturas y que puede responder a la agresividad que se despierta en personas marginadas bien por su vida aislada en los bosques o bien por alguna enfermedad “corporal”, especialmente la hipertricosis (exceso de pelos en toda la piel).



Pero también con la difusión de los estudios de los naturalistas, se acercó la idea de clan de los lobos, de protección, de cooperación en la caza, de cuidado grupa l de los cachorros, de control de herbívoros y por tanto de pieza fundamental en el equilibrio natural. Esto vino a presentar al lobo también “en la parte de los buenos”, como ocurre en “Los libros de la selvaa”, de Kipling.


Entre una idea y la otra, la Literatura Infantil y Juvenil ha venido mostrando numerosos y variados lobos (hasta el pez-lobo de Munari en su Caperucita Azul). Más variados aún, cuando aparecen las versiones humorísticas y tenemos hasta lobos divertidos, como los de Mario Ramos (bonito homenaje en el blog de La Casa de Tomasa).



Ahora vendría bien un buen listado de libros sobre lobos pero la función de este post es solo la de presentar “Dip. Más allá de la oscuridad”.

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