En esta obra han participado diez prestigiosos autores del panorama de la literatura infantil y juvenil: Ana Alcolea, Jesús D. Palma, David F. Sifres, Alfredo G. Cerdá, Jorge Gómez Soto, Paloma G. Rubio, Daniel H. Chambers, Rosa Huertas, Gonzalo Moure y Mónica Rodríguez. Indicada por la editorial para lectores a partir de 14 años, sería un interesante reto de lectura compartida en 3º o 4º de ESO, que podría llevarles a un reto de escritura compartida.
En esta obra asistimos de cerca a la vida de una localidad, Aurora, con un pasado que tiene atrapado a sus habitantes, con relaciones tortuosas entre ellos, de las que no pueden escapar. Una novela enorme que no se puede dejar pasar. La editorial la mima tanto como para hacerle una presentación de lujo con pianista y los diez autores reunidos. ¡Quién hubiera podido estar allí!
Como cualquier buena novela, su sentido es una lectura individual que no habría que compartir con nadie. Pero en el intento de hacer llegar buena lectura a más sectores, insisto en esa posible lectura compartida en clase, en clubes de lectura, en las aulas de Educación de Adultos (porque no es una novela juvenil, es una buena novela que pueden leer los jóvenes),… Ahí está la distinción White Raven conseguida.
Por mi parte, quiero ofrecer algunos elementos que pudieran servir para esas posibles lecturas en grupo.
Unos temas para investigar.
En el libro aparecen algunas referencias sobre las que se podrían hacer encargos a subgrupos para que investiguen y aporten a los demás algunos datos que van a enriquecer la lectura conjunta.
*Importante es cuando se habla del “Boko Haram” que el 19 de febrero secuestró a 110 alumnas de un instituto.
*Otro tema, este de cultura y costumbre, es el del Nuberu, personaje de la mitología del norte español.
*Aunque no se puede situar de una manera precisa en el mapa, se puede estudiar qué hay en España en el paralelo 43º Norte, y a qué vendrá que haya una revista con ese nombre.
*Algo muy anecdótico es lo de la zapatería Imperial, anecdótico porque mi padre trabajó toda su vida en una que se llamaba así (La Imperial), y se puede investigar empresas actuales que vengan de muy antiguo y comparar etiquetas, fotos, productos,… de entonces hasta ahora.
*El concierto ideal del grupo no sería el de Agustín Fóquel en el hotel de Aurora, podrían confeccionar una lista de temas favoritos y hacer una audición de los mismos.
*Hay referencias literarias sobre las que se pueden buscar datos: Leviatán, El holandés errante, y Pantaleón.
*Algunos nombres para investigar su origen pueden ser Tesifonte, Alejandro, Coral, Zazen (interesante la asociación de este nombre a la perra del cura), Zainab (y un caso terrible de una niña con esa edad),…
Asuntos pendientes.
El elenco de personajes es muy amplio, tanto que una novela no puede contener todas las historias, por eso quedan muchos personajes de los que se podrían sacar más historias: Manuela, la hija de Julián Nuño; Maurilio, el enterrador; Veloso, el dueño de la gasolinera; alguno de los profesores, alguno de los alumnos; la relación entre los dos ascendentes de Vilhelm: ¿el padre del tatarabuelo materno, auroriano, se encontraría con el correspondiente paterno en el barco Livjatan? Y muchos más para los que el grupo decidiría escribir sus historias (el jefe de estación, la camarera de la churrería, la mujer guardia civil,…).
El mapa de relaciones.
Conforme se va leyendo, se puede ir haciendo un mapa de relaciones entre los personajes que vayan surgiendo. Como ayuda (para que quien dirija la lectura vaya por delante) ofrezco uno elaborado por mí (tal vez Marga sea Margarita Rodríguez Oval y estaría repetido). La imagen es bien grande.
Un análisis capítulo a capítulo, autor a autor… o autora, claro.
En un club de lectura se puede abordar un análisis de los personajes o, según el nivel, un análisis de los escritores. Yo he hecho el mío particular por si lo que se hace es debatir a partir de unos textos de partida. He cuidado no revelar datos relevantes por si se leyera esta reseña antes de leer el libro.
Jesús Díez de Palma se encarga de abrir y cerrar la crónica de Aurora con el primer y el último capítulo (que no aparece extrañamente en el índice). Y lo hace con un personaje no auroriano, con el músico Agustín Fóquel, para afianzar que nuestra lectura ha sido una excursión de unos foráneos a un territorio que no nos pertenece y del que, como turistas, nos quedamos con postales, con retazos, con partes del todo que promete mucho más. Estos capítulos son el “Erase una vez” y el “Colorín colorado” en los que encerrar un mar agitado de personajes más agitados aún, un cielo de nubarrones y tormentas que sacuden las ya de por sí tormentosas vidas de los aurorianos.

Pero si bien estos dos capítulos son sustancialmente extensos comparados con otros, Jesús Díez engrosa su colaboración con un capítulo intermedio llamado “Abel”. Aunque con un nombre, el capítulo trata de dos personajes completamente opuestos, por un lado el que siempre tuvo todo, el lugareño, adulto, blanco, cínico, astuto,.. y por el otro el chico que nunca tuvo nada, migrante, joven, negro, ingenuo, vulnerable… Pero, por supuesto no es una exposición maniquea, sino que va del primero al segundo casi haciéndolos producto de la suerte (buena y mala), de lo que les “ha tocado vivir”, para llevarnos a un final de capítulo desolador.
A Jorge Gómez Soto le toca hablar de “Manu”, cuya actividad como ladrón completa en el capítulo “Sirenas”. Manu tiene muy claro que antes de actuar ha de observar, compartiendo así con el lector otra visión de Aurora dese su atalaya. Una visión panorámica estática, fría, sin implicaciones éticas, capaz de moverse alrededor de una cadáver sin expresar emociones… hasta que descubre él mismo que, de alguna manera, está repitiendo la historia de Aurora.



Daniel Hernández Chambers nos lleva al ring natural de Aurora, Cuatro Robles, tan cerca de la muerte y su cementerio, tan cerca del peligro y el acantilado. Lo hace de la mano de “Jandro” que supone la sumisión de los aurorianos, el aceptar lo menos malo, la pelea interna entre el valor y el miedo y el rendirse al poder, que en este caso es la fuerza. Alejandro difícilmente podría salir de Aurora.
Alfredo Gómez Cerdá presenta un triángulo complejo ya que, conforme avanzan sus personajes en sus tres relatos (“Tesifonte”, “Alfonso” y “Coral”) vamos a descubrir que el triángulo tiene un vértice de más pero también uno de menos. Si estos relatos recogen otra tragedia, el autor va a permitirse cierto toque de humor (algo negro). Será narrando el episodio de la intoxicación, que nos cuenta después de presentarnos a sus protagonistas y sus relaciones, y que desencadena los dramáticos cambios que veremos aclarados en el tercer capítulo. Aquí encontramos quién queda atrapado en Aurora, quién se escapa para siempre y quién tiene que regresar por los asuntos pendientes y para no volver a salir. Gómez Cerdá nos avisa del error (y del drama) de no hablar, de dar por supuesto, de preferir suponer a saber con certeza: y todo por no abrir y leer un par de cartas.

Gonzalo Moure asume una historia de sentimientos, de culpas, de silencios, pero aun tratándose de un cura el personaje central de sus capítulos, “Don Fidel”, no es el tema religioso (aunque va a reivindicar el fin del celibato para que las sacristía tengan las risas de los niños) el que va a afectar la historia. Es más, no es la idea de pecado la que provoca la culpa, sino la cobardía de no haber dado los pasos que exige el corazón. El capítulo podría ocurrir en cualquier lugar, pero en el siguiente que aborda, “Alicia”, ya entreteje los personajes con el resto de aurorianos, y es en “Zazen” (su tercer capítulo) donde vuelve a la historia del cura, esta vez escrito en primera persona, como si se confesase con el lector, aunque con quien habla es con su perra, que da título al capítulo y que protagoniza el hilo de misterio del que se encarga este escritor.


No hay comentarios:
Publicar un comentario