De Pere Duch, Adrià Duch y Jènifer Solsona. Il. de Adriana Santos. Algar Editorial. Alzira (Valencia).
Alrededor de la idea de querer volar, que en muchos casos ha sido metáfora de búsqueda de la libertad (pero que aquí parece solo literal), estos tres autores componen una historia que, sin grandes brillos, permiten a la ilustradora un ejercicio de colores y formas donde destacan especialmente las expresiones de la cara de la protagonista.
El narrador es el primo de la niña que, venida desde Colombia (aunque no se utiliza para nada este particular origen), ocupa todas las páginas, lo que sitúa a este primo como narrador omniscente. La narración, sin embargo, no ofrece ningún guiño, ninguna emoción, ningún diálogo: es lineal, de oraciones simples ( a lo sumo coordinadas), con solo tres adjetivos (imprescindibles) en todo el texto…
En resumen, es un texto plano y frío, del que no se sabe por qué nos lo cuenta el primo de la protagonista ya que es otro primo el que prueba uno de sus inventos, y del que parece que hay un interés en contar qué le pasa y hace Balma (la niña protagonista) pero sin ninguna implicación, incluida cierta crítica velada a no querer compartir sus cometas,, por lo que al pequeño lector puede que le quede la historia muy lejana.
No sabría decir si es porque es un texto consensuado por los tres firmantes (del que solo reconozco al primero como escritor) o un problema de traducción (de un posible original en catalán), que es lo que parece que ocurre en las oraciones que dicen: “No se lo pensó, abrió la jaula y dejó al pájaro volar en libertad. Balma se lo miraba ilusionada”.
Así la ilustradora, Adriana Santos, tiene el difícil papel de darle calor y proximidad a la historia, y son sus dibujos, colores y enfoques (primer plano, picado,…) los que terminan presentando un álbum lustrado motivador, con una historia que ya puede interesar y que queda abierta a que pasara algo que le dé respuesta a las ganas de Balma de querer volar.
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