domingo, 24 de diciembre de 2017

¿Jugamos? (R)

De Ilan Brenman. Il. de Rocío Bonilla. Algar Editorial. Alzira (Valencia).
Si hay un libro para recomendar estas fechas es precisamente este de Ilan Brenman y Rocío Bonilla. Sería algo así como el Almax para los excesos comiendo, o el Trombocid para los excesos de senderismo a los que algunos se vuelcan en vacaciones.

Sí, un antídoto ante la avalancha de regalos tecnológicos que se vienen encima: ipod, teléfono, tableta, tele para la habitación,... y que hacen que niños y niñas se olviden de jugar.

Al mirar la cubierta del libro vemos a gente muy activa, en color, que rodean a un pasivo chico en blanco y negro. Ahí se resume la historia, que no es poco.

La idea y el texto, son del escritor brasileño que tanto está trabajando en defensa de la literatura infantil y a favor de la lectura. Nos sorprendió con aquello de que "Las princesas también se tiran pedos" y nos encantó. Ilan Brenman  tiene mucho que contarnos.

Hay muchas cosas buenas en este libro. La primera, la decisión de la editorial que cambia el título original en portugués Você náo vem brincar?  (¿No vienes a jugar?), con ese "no" que ya anticipa la actitud del protagonista, por ese ¿Jugamos? que nos da esperanzas a que se enganche al juego.



Y el otro gran acierto es quedarse con el texto pero cambiar la ilustración. Y es que Rocío Bonilla se ha convertido en un talismán para la editorial que, además de producir buenos libros, le está consiguiendo premios.


No podemos menos que aplaudir su dibujo frente a las construcciones geométricas del ilustrador original Carlo Giovani, un gran artista plástico (ingeniería de papel) que construye unos personajes y unas escenas en los que no se diferencian suficientemente las dos realidades que quiere enfrentar el autor.




Sin embargo, Rocío, que nos da básicamente más de lo mismo en el diseño de personajes (figuras amables, sonrientes, con los tonos pasteles como añadido a la personalidad, con formas suaves,...), aisla al protagonista, Pedro, presentándolo en blanco y negro y en actitudes estáticas, dejándolo plano, quieto. 

Como contrapunto, el resto de personajes que lo invitan a jugar, están activos y en color, pueden aparecer por una esquina de la página o dominarla y ocuparla al completo.

(La misma escena en las dos publicaciones. A comparar. El color de la segunda imagen está "triste" porque mi cámara de móvil es muy mala)




La contracubierta nos dice de qué va la historia: Pedro se pasaría todo el día jugando; eso sí, con la tableta, el móvil o la consola. Aunque sus amigos y su familia le invitan a disfrutar de otros juegos, él siempre prefiere seguir con la pantalla. ¿Lograrán que descubra todo lo que se está perdiendo?



Así es la historia de Pedro, a quien van invitando a jugar y él declina porque “ya” está jugando (con algún aparato electrónico y en soledad). Para remarcar lo pobre de aislarse con un aparato y lo rico de la propuesta que le hacen, además del color, Pedro aparece en un pequeño espacio y quien invita ocupa su página y parte de la de Pedro, y además la página se despliega como solapa y aumenta con una metáfora visual lo divertido de su propuesta.


  
De esta manera, poco a poco, Pedro se va a ver desbordado por propuestas magníficas hasta que no tiene más que caer en ella, en una última oferta de juego en la que participan todos los personajes.

Lo buenísimo de la historia está en que las invitaciones a jugar son auténticas: hacer deporte, jugar en la bañera, pasear por el jardín y observar bichitos o, mi favorito, construirse juguetes y disfraz y escenario para vivir una historia inventada.
Por eso Pedro tiene que ceder, por eso los lectores volverán a sentir la diversión de hacer otras cosas que no sea interactuar (a veces, otras tragar) con una pantallita electrónica.

Pero también los padres pueden aprender la lección y optar por proponerles a sus hijos actividades bonitas y creativas y no quitárselos de encima dándoles un aparatito.

Además, como promoción, la editorial ha editado unos cuadernillos de pasatiempos con los que ponerse a hacer cosas con ellas y ellos.




Ahí está el reto. Liberad a vuestro "Pedro" de la tecnología eterna y jugad con él. Empezad ofreciéndoles este libro, leyéndolo juntos y charlando de lo que cuenta.

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