domingo, 14 de mayo de 2017

Superabuelas con superpoderes (R)

De José Carlos Román. Il. de Cristina Quiles. Ed. Amigos de papel. León.





Libros dedicados a las abuelas hay un montón (incluso bisabuela: “Abuela de arriba y abuela de abajo”, de Tomy de Paola) y últimamente unos pocos dedicados a superhéroes (y superheroínas) cuyos poderes no son más que el hacer las cosas bien hechas. Todo un homenaje a padres, madres… y abuelas, claro.



Como superabuela teníamos a la de Forrest Wilson, en novelas juveniles que publicó en su día Aliorna y que se convirtió en serie de televisión, y alguna que otra española. 




O sea que, por aquí, el autor de Superabuelas con superpoderes lo tenía complicado si quería ofrecer algo nuevo. Y su primer acierto es el ponerlo en plural, el elegir a más de una abuela, de esa manera ya no es un libro dedicado solo a la abuela de la pequeña nieta que justifica el título de la anciana, sino que se refiere a más abuelas, a todas las abuelas: a las de los niños y niñas que lean el libro también. Ya que se invita indirectamente a que cada cual piense en sus abuelas y les encuentre esas habilidades especiales que las hacían-hacen “super”.


El segundo acierto es pensar en abuelas reales (“Carmen es mi madre, y las otras son abuelas de algunas amigas”, me dice el autor) lo que hace que las trate en su justa medida y haga del grupo y sus superpoderes una familia muy verosímil, contándonos uno a uno el superpoder de cada superabuela.



Y con esto el libro cumple con ese homenaje que José Carlos Román tenía pendiente. Pero hacía falta algo más, lo que se le resistió un poco hasta encontrar la clave: había que poner en juego esos superpoderes, y para ello nada mejor que la entrada de ladrones en esa gran casa en la que viven todas. Empieza la diversión con esa abuela “disparándoles” croquetas, o las que lo cazan con una red recién tejida, o encerrados con torrijas, o… Una delicia con remate final que hace que toda la historia sea doblemente entrañable. 


J. C Román nos sorprendió con “Piel de cocodrilo”, dándole la vuelta a una rancia leyenda africana convertida en un encantador y fabuloso álbum ilustrado por Paolo Domeniconi. Y es que tiene muy presente a quienes van dirigidas sus historias. Como maestro de Educación Infantil conoce los mimbres con los que tejer la historia. Algo que demuestra en sus sesiones de presentación con niños y niñas.



En esta ocasión, cuando presentó el libro en la Librería Plastilina en Cádiz,  se colocó una capa, un antifaz, la camiseta de promoción del libro y a meterlos en la historia, haciendo que vean a sus abuelas junto con las del libro, a pasarlo bien, a reírse y a aplaudir al finalizar el cuento.



Y para contarlo va enseñando las imágenes (no olvidemos que está concebido como álbum y la ilustración supone un porcentaje muy alto en el acabado del libro), y va haciendo paradas en algunos de los muchísimos detalles que Cristina Quiles ha ido colocando aquí y allí, con sobriedad no obstante en los fondos, pero con todos los elementos para que lo divertido del texto se vea en lo divertido de los dibujos.

Cristina Quiles

Reconozco que al principio me chocaron un tanto las caras de los personajes (cinco gorditas y dos delgadas), con rasgos demasiado parecidos, poca variedad (lo mismo pasa con todos los niños y niñas que van a ver a las superabuelas) que tal vez se podría haber enriquecido diferenciándolas algo más. Sin embargo también acepto la idea de que quedan diferenciadas por su vestimenta y detalle asociado, queriendo llevar a la idea de que todas las abuelas, en el fondo, son muy parecidas.


Lo que sí queda muy claro con los dibujos y las composiciones de Cristina Quiles es el carácter divertido de la historia a la vez que entrañable y afectivo. Basta con verle los patucos a los gatitos o la misma cubierta: un semicírculo apretado de abuelas abrazadas por la grandota como si de una familia muy especial se tratara.


Así es este libro: para los pequeños lectores y para toda la familia.

jueves, 4 de mayo de 2017

Cepillo (R)


De Pere Calders. Il. Carme Solé Vendrell. Ed. Kalandraka. Pontevedra.


Inevitablemente, al encontrarte con un álbum ilustrado por Carme Solé Vendrell  de principios de los ochenta, se te vienen al recuerdo todos sus “niños” a la vez, los de esos libros editados por Hymsa que dieron a nuestra biblioteca de aula un brillo muy especial. Y con ellos los cuadrados de la Editorial Parramón que siempre querían enseñarnos algo. Todos tenían ese aire de pepones y una historia triste que luego terminarían viendo la luz. Eso era lo común. Pero había muchas diferencias según quien fuera el autor del texto (en algunos casos la propia ilustradora) y en qué contexto se desarrollara la historia.


Cuando nos ponemos ante este libro, Cepillo, vemos que el protagonista es un niño sin nombre, solo con apellido. Es el padre el que “corta el bacalao” en todos los sentidos, y empieza quitándole a su hijo su mascota, su perro Turco. No creo que ni el nombre del perro (que se lo dan a la hija del jardinero) sea casualidad. Solé Vendrell está dibujando a la burguesía catalana del cuento de Pere Calders y sabe colocar el chaleco, el flequillo peinado, la cenefa en la pared del dormitorio del niño, los macizos de flores,… ¡Que diferencia con la casa de Juan!


Y esa sobriedad de relaciones, descafeinando el afecto, produce soledad. El pequeño Sala busca un amigo que cubra esa soledad y, si en otros cuentos es un amigo imaginario, él lo encuentra en un cepillo. Cepillo que cobra vida, pero solo para él, sirviendo de burla para sus padres. Sin embargo el asalto del ladrón y la reacción de Cepillo mordiéndole defendiendo al Sr. Sala, hará que se establezca otro vínculo en la familia con una imagen en la que todos están muy juntos y el niño echa el brazo por encima del padre. La imaginación infantil llega a contagiar a los adultos, es solución de sus problemas.


Aunque con sus dudas. El Sr. Sala decide hacerle una caseta a Cepillo con un letrero encima que diga “No es seguro que lo sea, pero merecería serlo”.

A su manera es una historia que camina entre el texto realista y el cuento fantástico, consiguiendo una difícil verosimilitud, donde la alegría, la ingenuidad y la inteligencia del niño van a ser los engranajes para que funcione la maquinaria de la historia.



Una historia firmada por dos de los autores más reconocidos y premiados de la literatura catalana: Pere Calders y Carme Solé.


ANI-MALOTES (R)



De Aaron Blabey, texto e ilustraciones. Col. Animalotes. Ed. Anaya. Madrid.

Estamos ante el sorprendente Episodio 1 de esta serie que pareciera una parodia de “Reservoir dogs”, con inquietante blanco y negro de personajes con traje de chaqueta, que se llaman Sr. Lobo, Sr. Serpiente, Sr. Piraña y Sr. Tiburón y que, más parodia aún, van a buscar obras buenas para hacer y dejar de ser malosos para ser buenotes.



Podría ser ese el punto de partida del autor pero no para que los pequeños lectores lo asocien ya que esa película no pertenece a su cultura. No obstante nos sirve para explicar el que hay un cabecilla (Sr. Lobo), que reúne a los malvados, fichados y buscados malotes, para hacer buenas obras y redimir el honor respectivo. Las presentaciones, las fichas policiales, la tipología de las onomatopeyas, los gags de aquí y de allí, las imágenes (todas y cada una), y la composición a modo de cómic, hacen que este libro sea divertido, divertido, divertido.


La crítica no para en elogios y las ventas están disparadas en Australia (cuna del autor y del libro) y en todos los países por los que está apareciendo, por algo el autor (que ya lleva muy ensayado lo de las series) lleva ya publicado cinco “episodios”, variando el color de fondo de la cubierta y poco la ilustración que faldea bajo el nombre del equipo y título de la serie “The Bad Guys”, y que aquí han acertado con el juego de palabras y su composición en la cubierta ANI- MALOTES.


Pero no nos quedemos solo en lo jocoso de la aventura; estamos hablando de personajes depredadores que niños y niñas tienen bien instalados como que “son” malos y que a partir de la iniciativa de uno de ellos se meten en faenas para hacer algo a lo que los lectores no están acostumbrados, superando unos momentos en los que les cuesta trabajo este cambio, y llegando a sentirse muy bien por lo que han hecho.

Un mensaje importante que viene muy bien a todos esos niños a los que continuamente dicen que son malos: uno puede ser lo que quiera ser, y por muchas veces que te hayan puesto de malo, siempre está la posibilidad de hacer el bien y ser uno de los buenos. Y además entre muchas risas.


Genial los dibujos de este autor, Aaron Blabey, con una expresividad y dinamismo, y una utilización de los espacios, de la página, con dominio del fondo blanco, que nos está pareciendo verlos moverse. Máxime si nos acercamos a la presentación que Anaya hace con este gif.





Deseando leer el Episodio 2 que ya está en el mercado.


Orfeo y Eurídice (R)

De  Ricardo Gómez. Il. de Ana Pez. Colección Mitos Clásicos. Ed. Edelvives. Zaragoza.

            Quinto título de esta colección que pretende acercar la mitología clásica, entiéndase la grecorromana, a los jóvenes lectores y que tiene una difícil ubicación en una franja de edad concreta. Porque el formato de álbum de mediano tamaño y no con mucho texto, parece indicado para pequeños pero los mitos son complejos, a pesar de lo bien que están adaptados por la experta mano de Ricardo Gómez, ya que son muchos los nombres, lugares y situaciones que se barajan en el corto trayecto que dura la narración. Igualmente, el tipo de ilustración es más tendente a la pintura, que parece mejor opción que el dibujo, para recrear estas historias. 


         Por eso podría ser más bien una lectura juvenil. El escritor tiene que optar por contar todo de seguido, con pequeñas interrupciones de diálogo, con un texto lineal siempre pegados al protagonista y cuidando de qué elementos de las distintas versiones sobre el mito incluye y cuáles no.



           
           Un ejercicio de síntesis al que ayuda la recreación escénica de la ilustradora Ana Pez, que destaca la participación de los personajes sobre los fondos con colores contrastados potenciando la idea de acción en la que se encuentran.



           




        Las dos últimas páginas de complemento hablando de otros personajes, muestran a los lectores la amplitud de campo que tienen por delante si les interesa el tema de la mitología y quieren profundizar en él. Una invitación que esperamos siga satisfaciendo la editorial con nuevos títulos.

        Ricardo Gómez hace todo un ejercicio de acercamiento a los jóvenes de todo este patrimonio cultural sabiendo que ha de poner el énfasis en la aventura, reducir al mínimo las continuas referencias genealógicas que acompañan estas historias y centrarse en el núcleo primordial del mito. Así, en este caso, son Orfeo y Eurídice, su amor y el drama que los envolvió, dejando a un lado su viaje como argonauta o su trágico final en la mayoría de las versiones.



        Si este tema se tratara en clase y se vieran las referencias artísticas de las que habla el autor en las dos últimas páginas, se podría completar con la audición de parte de la Ópera dedicada a estos personajes, publicada por Uniliber: ÓPERA PARA NIÑOS: ORFEO Y EURÍDICE, Willibald Von Gluck , ya que contiene CD.




(Esta colección de Edelvives nos hace recordar a aquella otra de “El sendero de los mitos”, de Anaya, con los textos de la familia Cerezales y las ilustraciones de Manuel Estrada. Ya descatalogada, si la encuentran no duden de hacerse con alguno de sus volúmenes, estos claramente juveniles)