miércoles, 30 de diciembre de 2020

Cómo cocinar un niño (R)


De Pepe Maestro, ilustrado por Alfonso Tierra. Editorial Torre de Lis.

                              

Como leemos en la cubierta, el título se completa con la literaria autoría del mismo: “Apuntes de Bárbara Draghhh”. Y, sin salir de ella, de la cubierta, empezamos a apreciar la singularidad de este volumen: tiene un sello que nos dice que cuesta 100 escamas, pero tiene otro sello que nos avisa de que el libro pertenece a la Biblioteca Municipal de Konsangreentra. ¡Atención! Si seguimos mirando encontraremos que el libro presenta un tejuelo que responde al tema de alimentación (64) y a su autora por el apellido DRA, según la CDU. ¿Este libro ha salido de una biblioteca? Algo está pasando.

                             


Efectivamente, el autor tira de todos los centímetros de papel para hacer literatura, sin olvidar ningún paratexto y con la complicidad del ilustrador (que a la vez es maquetista) con esas páginas de aspecto de pergamino, y con la de la editorial con ese formato que parece más de manual que de novela.

                                      

Así nos encontramos con la historia de una dragona que nos habla sobre cómo cocinar un niño (aunque después de muchas vueltas y muchas interrupciones con otros temas cruzados) y con un sinfín de guiños a los lectores recurriendo a los paratextos citados y otros textos discontinuos que pueden aparecer en un manual: las reseñas de las solapas, las reseñas de prensa de la contracubierta, la dedicatoria, las notas aclaratorias, los pies de ilustración, las notas a pie de página, el índice, la bibliografía, la inclusión de un test, de un consultorio por cartas recibidas por la autora, de un diccionario, de una encuesta,… incluso una esquela (“nota luctuosa”), unas páginas en blanco (supuestamente desgarradas en un ataque de rabia de la escritora dragona) y la ficha de control de préstamo de la biblioteca.

                                              



Si hay un record de uso de partes de un libro para la historia, además del cuerpo propio de la misma, sin duda el Cómo cocinar un niño le gana por goleada.  

¿De qué va el libro?

El libro es ante todo un libro de humor, que despierta algunas risas y muchas sonrisas, continuamente, y para un amplio sector de lectores. Podría disfrutarse mucho en grupo, en cualquiera de los niveles de Secundaria, pero también se puede disfrutar en soledad a partir de la edad justa en la que se reconoce la ironía.

Porque siendo un libro de humor, la historia -como todas- no es inocente y Pepe Maestro nos critica con ella varios temas, a saber: a las corrientes y escuelas que aparecen enfrentadas en debates innecesarios en vez de la investigación conjunta; a la cocina moderna y los aparatos innecesarios frente a la cocina tradicional; a las corridas de toros; al abandono de mascotas;… 

Pero, sobre todo, hay una reflexión interna, no explícita, a la alimentación en general, haciéndonos pensar en cómo vemos eso de comer carne cuando la carne somos nosotros y, con ello, qué respetuosos deberíamos ser con todo aquello de lo que nos alimentamos.

                                      


Humor

Pero no es cuestión de ponernos serios porque el libro no lo es desde su estructura y tema hasta su concepción formal. Es un libro con mucho humor y el autor, conociéndolo en directo en sus contadas y por sus libros, ha tenido que contenerse en lo que podría haber sido un “despiporre”  sobre todo cuando se pone a enumerar las formas de relajarse (la técnicas de “Yodra”), los tipos de niños, las palabras del diccionario o con las cartas que envían los lectores.

                                 


Y es que, a todo, se suman los nombres de los personajes (como una versión de lo que pasaba en Astérix pero “dragonesca” y algo alemana), o las instituciones que colaboran (y que dejan su sello, literalmente), o algunas referencias gaditanas, o las suertes en la Humanomaquia (todo un tratado para reír -con risa torcida- sobre la tauromaquia y otras fiestas populares que los humanos hacemos con los toros),…

                              


Los responsables

Ya hemos hablado del escritor, que no es otro que Pepe Maestro. Cuando se le ve y oye contar se está ante una gran capacidad para jugar con el lenguaje, para transmitir situaciones, para ver lo que describe, olerlo si hace falta, descubrir las posibilidades de los sonidos e incluso de los ruidos, seguir una trama jalonada de detalles y paréntesis,… un artista de la comunicación. Por ello, aunque el libro se ve muy “currado” como literatura escrita, resulta lógico que transmita esa fluidez y todas las riquezas que domina de la literatura oral.

Por su parte Alfonso Tierra asegura en la solapa correspondiente haber quedado “desfallecido” después del trabajo de ilustración y montaje del libro. Tenemos que creerlo porque no ha recibido un texto y se ha puesto a dibujar, sino que ha estado codo con codo con el escritor y han ido construyendo el libro hasta llegar a este más que recomendable “Cómo cocinar un niño”.

                              

Y ahora, algunos entresacados para “abrir boca” y algún que otro apunte de esos que me gusta colocar.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Atticus, el chico difícil (R)

De Michael Sussman. Ilustraciones de Julia Sardá. Traducción de Pilar Adón. Editorial Impedimenta. Madrid, 2020.



En palabras del autor “es la historia de humor negro de un niño ingenioso que se enfrenta a padres negligentes que no se preocupan cuando es devorado por una serpiente: ni escuchan ni responden a sus necesidades. Es mi homenaje a The Shrinking of Treehorn (Tristán encoge), de Florence Parry Heide”.

Y es que, en 1971, la escritora citada, publicaba ese libro (ilustrado por Edward Gorey) donde un niño que de pronto empezaba a encoger, se lo decía a sus padres (y maestra, director y secretaria del colegio) y no solo no le hacían caso sino que le pedían que se dejara de tonterías y solucionase “eso” cuanto antes. Y es él solo el que tiene que encontrar la solución ante la pasividad de los adultos que lo ven como un niño dando problema.

También David McKee, en “Not now, Bernard” (Ahora no, Fernando), en 1980, planteaba ese tipo de padres ¡tan! ocupados que pasara lo que pasara, ni se daban cuenta de las demandas de su hijo, incluso si se lo comía un monstruo, como era el caso.


En cualquier caso, Sussman plantea la historia de un niño difícil donde realmente los difíciles son los padres. Si en el caso del niño menguante los padres pensaban que el pequeño encogía intencionadamente: "Quizás lo está haciendo a propósito, solo para ser diferente", en el caso de los padres de Aticus (y los vecinos con quienes se encuentran en el paseo), lo que le pasa al niño es que tiene mucha imaginación y por eso es un niño difícil.



Si bien la historia “termina bien”, Atticus consigue expulsar a la serpiente, hay como resultado del aprendizaje una cierta tristeza, tal vez el niño ha perdido la ingenuidad y entiende que ha de controlarr su imaginación, por lo que la ilustradora remata el momento con un armario bloqueado con traviesas para que nada vuelva a salir de ahí. Así se convierte la historia en un viaje iniciático en el que el protagonista asume que deberá llevar sus propias riendas ya que no puede contar con sus padres.

No cabe duda de que es un álbum brillante, excelente, exquisito. Y es que se trata de un texto y una ilustración que utilizan los mismos elementos, cada uno en su terreno, consiguiendo un todo perfectamente acabado. A saber:

*los personajes están perfectamente definidos: los comentarios entre la pareja, hacia el niño… unos snobs de los que se alegran por tener que llevar al niño al especialista y, sobre todo, comentarlos con los demás; eso está perfectamente recogido en unas caras y gestos, incluso en el vestuario, donde la expresividad es la mínima y las poses las más chic.

*los detalles, con los que el escritor cuenta tanto en la historia (no dice que Atticus jugaba, sino que “estaba distraído construyendo un castillo de mondadientes”, dando tanta idea del personaje) y con los que la ilustradora ahonda en la personalidad de cada uno (ese bigote y patillas sin barba, ese pañuelo anudado al cuello).

*el ninguneo al niño con la pregunta, para "darle conversación", de “cómo te ha ido el día”, justo la pregunta de la que no nos interesa la respuesta; o el pedirle que utilice los cubiertos cuando Atticus insiste en que está tragado por la serpiente. Es como en las fotografías de los cuadros, la de Atticus lo presenta medio tapado por algo o alguien, y en la “familiar” a los padres se les ve muy bien y del niño los ojos, la frente y el pelo.


*el giro de perspectiva que se da cuando la pareja, que ha estado (y luego seguirá estando) retirada del hijo, se aproxima a él en la comida, como una pausa en el aislamiento que no es más que eso. Julia Sardá hace lo mismo cuando recoge a los personajes en planos frontales para hacer esa misma pausa en unos planos picados en los que el padre prepara la comida mientras el “niño devorado” juega a las damas con la madre.

*la ironía que se desprende de todo el conjunto, con esos padres que lo saben todo, aunque la evidencia les diga otra cosa, pero manda el libro. En las ilustraciones esto está más que plasmado, pero se remata con detalles, como la mascota de los vecinos (¡una rata!) que parece ser la única que se dé cuenta del peligro de la serpiente y quiera salir corriendo.

*lo minucioso del texto que debe crear tanto ambiente y dar tanto mensaje con la economía que exige el álbum; es como lo minucioso del dibujo del flequillo, las baldosas o las escamas de la serpiente, que muestran esa misma artesanía en el hacer de la artista.


Y por supuesto los homenajes, el del autor a la escritora Florence Parry Heide y el de la ilustradora que, si bien queremos que nos recuerde a Edward Gorey por la atmósfera que ambos crean, en las ilustraciones hay muchos referentes y a mí me gusta especialmente esa escena dentro de la serpiente con el fondo en negro y los elementos armoniosamente desordenados con reminiscencias de Tomi Ungerer.

Y podríamos seguir buscando y encontrando, probablemente, más pasos sin pisotones en este baile entre Sussman y Sardá digno de premios. A ver si llegan.

ENLACES

José Carlos Rodrigo sobre la Editorial Impedimenta en “Proscritos”.

Web de la ilustradora Julia Sardá.

Web del autor Michael Sussman.

Entrevista a Julia Sardá en “Madresfera”.

Web de la editorial Impedimenta.

Booktrailers de la editorial con uno de Atticus.


Y MÁS...

(Pica en el recuadro para ampliar, claro)










 

sábado, 21 de noviembre de 2020

Olivia Diluvio (R)

De José Fragoso. Fun Readers Editorial. Bigastro (Alicante) 2020.



Tras pasar las divertidas guardas, como si se tratara de un mapa del tiempo infantil, nos encontramos con una presentadora (con paraguas y borrasca propia) que nos da la bienvenida al libro planteándonos lo práctico que sería conocer nuestra meteorología personal por dos razones: una para saber cómo andamos de ánimos y otra para no olvidar que sea el que sea, va a cambiar, lo mismo que pasa con el tiempo.



Lo llamativo es que es una viñeta (personaje y bocadillo) realizado por la diseñadora Flavita Banana, como cuando cualquier libro presenta un prólogo de alguien distinto al autor o autora del mismo. Creo que es la primera vez que lo veo en un álbum ilustrado.

Y con esto pasamos a una historia en la que, como se nos ha anunciado, vamos a tener un tiempo cambiante… ¿será para bien?

Que lo de que cada cual tiene un clima según su momento, nos lo recuerda el autor en cada una de las ilustraciones colocando una nube, un sol, una tormenta encima de los personajes… incluidos los animales.



Y es el de la pequeña Olivia, su tiempo, el que nos va a preocupar durante todo el libro, porque desde que se levanta es realmente tormentoso. Son los nervios por la actuación de la tarde en el colegio. Cuando termina, de regreso a casa con su padre y su hermana, luce sobre ella un “verano” magnífico.



Pero la historia no es tan sencilla como pasar del enfado a la alegría, del malhumor a la simpatía, porque la prueba pendiente salió bien. En el libro hay muchos mensajes como el citado al principio de que hay que tener paciencia y confianza porque el tiempo cambia.



Está el que la familia de Olivia la forman el padre y Olivia con su hermana, junto con un perro y un gato. Un guiño a las familias monoparentales ya que la madre no está ni en los cuadros de fotos de la pared, ni en el teatro de la escuela donde el padre y la hermana de Olivia quedan claramente definidos entre un público donde sí hay otras “madres”.



Está el que podríamos entender a los demás porque cada cual tiene su día según qué cosas les pasa.

Pero sobre todo está la diversión de unos personajes tan expresivos que lo llenan todo de sentimientos y afectividad.

Siendo niña y llamándose Olivia, es difícil no acordarse de la cerdita de Ian Falconer, pero mientras que los dibujos del americano son delimitados, exquisitos, elegantes, con una paleta bicolor,… la peque y los amigos de Fragoso tienen mucha más niñez, espontaneidad, dibujos que sugieren el acabado de un contorno entre la línea y el color. Con una paleta pastel tanto para el fondo como para los detalles. Pero, en el fondo, igual de encantadoras las dos.

Un complemento anecdótico remata lo que el libro nos cuenta: un glosario de términos meteorológicos (lluvia, chirimiri, viento, niebla,…) que la editorial nos quiere dejar claro que ha sido supervisado por AEMET.

En resumen, un libro que se ajusta perfectamente al eslogan de la editorial: fresco, divertido y creativo. 

                                       



viernes, 20 de noviembre de 2020

La historia extravagante de Hipo y Gavante (R)

 De Nono Granero. Canicabooks. Madrid, 2014.

(La historia extravagante de Hipo y Gavante fue seleccionado entre los mejores libros publicados en 2014 por la Red de Bibliotecas de Madrid).


¿Por qué ahora un libro de hace 6 años? Porque me parece fantástico.

En la contracubierta, el autor nos dice que es una historia de amistad, historia enigmática, pareada y alfabética.,. Y es mucho más.

                                      

Como si se tratara de un binomio fantástico Nono Granero ha cogido los nombres de dos animales y los ha embarcado (nunca mejor dicho) en una aventura. Qué fácil habría sido una mosca y una mariquita, o una vaca y un elefante, o un pez espada y un tiburón… pero no, son ¡un hipopótamo y un bogavante! Ya no es solo fantástico por la disparidad de la naturaleza de estos animales, sino por su medio, su tamaño (¿cómo los va a meter en la misma ilustración?, ¿cómo va a jugar con las proporciones?), por su anatomía (¿cómo darse algo en la mano, o cómo darse la mano?) ,…

                                               

Resolverlo es lo fantástico y el autor del libro (escritor e ilustrador a la vez) no solo lo consigue, sino que añade unos pocos de artefactos que harán que el libro se presente como fantástico, creativo, original, divertido, interactivo y lúdico. Y con ese planteamiento de personajes, es también inevitablemente algo surrealista, pero perfectamente verosímil.

                                       

La narración de textos e imágenes se presenta en los pares de páginas donde a la izquierda aparece un pareado al que le falta la última palabra (la que rima), que está sugerida por la inicial y que hay que adivinar. La solución, por si no saliera, está en las palabras que Hipo ha tendido al sol en las guardas del libro. Estas palabras a adivinar están en orden alfabético y cubren todo el abecedario.

                                       

En la de la derecha, la página impar, hay una ilustración como un cuadro colgado en una pared blanca, que lleva debajo un texto de no más de dos renglones (no rimado), que explica, completa, hace un guiño, una risa, … con el pareado de la página anterior.

                                           

Esta ilustración es un dibujo de rotulador fino (lo que antes era “a plumilla”) coloreado con acuarela que Granero trabaja por separado y monta digitalmente. Así resulta una imagen muy definida en contornos y sombras, con un difuminado del color que viene como anillo al dedo para estas escenas mayoritariamente “acuáticas”.


Esto se altera cuatro veces rompiendo el ritmo, lo que potencia lo viva que es la historia, de las 29 ocasiones que nos presenta (porque el autor se queda con el antiguo abecedario que contenía ch y ll teniendo dos posibilidades más de disfrute).

                                           

Por tanto, un libro para leer más de una vez, jugar, disfrutar y sorprenderse. Y si es un adulto quien lo lee, encontrará algún que otro guiño a mayores; aunque los peques también encontrarán rebuscando en las imágenes, personajes que se repiten, como pequeñas historias paralelas.

Un libro sobre la amistad, los enfados y la necesidad de superarlos para que la felicidad nos coja acompañados.

                                        

Y cómo después de leerlo y disfrutarlo nos habrán quedado ganas de más, solo hay que echarle mano a “La aventura itinerante de Hipo y Gavante”. Esta vez el abecedario van a ser puntos del globo a donde los amigos viajarán buscando… ¡A por él!

                                                        

(Una entrevista sobre este libro con el autor en esta web)

martes, 3 de noviembre de 2020

Rodari 5: ensalada de técnicas

    Llegamos al final de estas entregas en homenaje a los cien años de Gianni Rodari y el reconocimiento a su labor que, de una forma “introductoria” (como dice en el subtítulo), él nos regaló en la “Gramática de la Fantasía” y que ha vuelto a editar y publicar Kalandraka en España.




       Por eso vamos a recordar que poniendo Rodari en el buscador del blog, podremos acceder a las entradas anteriores con sus respectivos datos biográficos, los libros comentados, las técnicas explicadas y algunos cuentos (de los que soy culpable) como “aplicación”.

     Hoy, como remate, no tendremos cuento pero sí vamos a triplicar las técnicas explicadas. Vamos ya pues con el remate en los datos biográficos:

                                        

    Y ahora las técnicas.

                                        

Ensalada de cuentos

  Aquí Rodari nos propone que el binomio fantástico lo compongan dos nombres propios conocidos, para formar una nueva historia donde cada uno aporta la suya personal como base para crear la nueva. Así podemos pensar que Pinocho visita a los enanitos de Blancanieves, que Hansel y Gretel  se encuentran perdidos en el bosque con el inteligente Pulgarcito.

Por supuesto que podríamos pensar, en plan moderno, que Doramon aparece en un concurso de inventos con el Genio de Aladín.

                                        

En este capítulo, Rodari cuenta una anécdota con la que justifica que no utiliza palabras rebuscadas. Tal vez alguien pensó que su lenguaje no era muy exquisito,  sin embargo el autor pretende y consigue un ensayo de mucho nivel al alcance de cualquiera.

    Una de las ensaladas más grandes es la que nos ofrece Chris Ridell con “Érase una vez un bosque mágico”. Magnífico.


                                                

Confundiendo historias

Con esta historia, Rodari cuenta cómo los docentes que la aplicaban intentaban descubrir la reacción de su alumnado al introducir un elemento distorsionante en un cuento tradicional. Cita el caso de cuando pedían escribir una historia con niña, bosque, flores, abuela, lobo y… ¡helicóptero! 

El cuento que aparezca aquí podrá llevar una línea parecida al tradicional pero en algún momento saltará por los aires para darnos una sorpresa.

Roald Dahl hace un libro de lujo (como casi siempre para chicos y mayores) con su “Historias en verso para niños perversos”.

                                                

El propio Rodari tiene este “ejercicio” puesto en libro en el álbum que nos trajo Kalandraka, con el mismo nombre que la técnica, “Confundiendo historias”, revisando el cuento de Caperucita.

                                             

Usando cuentos populares

En el fondo, las dos técnicas anteriores vienen a recoger lo que Rodari propone con el uso de los cuentos populares, a los que dedica muchos comentarios interesantes a través de los capítulos en que “los utiliza”.

Básicamente consiste en incluirle variantes que nos muestren otra cara de los personajes, una actualización de la propia historia o una versión humorística que, siempre, ha de apoyarse en el conocimiento previo del cuento sobre el que se “trabaja”.

Aquí, los viajes de Las Tres Mellizas (de Mercè Company con las ilustraciones de Roser Capdevila) al mundo de los cuentos es un buen ejemplo (lástima que mucho material está descatalogado) como muestra esta publicación de Beascoa.

                                                    

    Podríamos incluir también las revisiones que el propio autor italiano hace del personaje de Alicia, que si se había caído por el hueco de un tronco, podría volver a caerse en otros lugares, y si además es muy pequeña…

                                    

    Aquí la tenemos con distintas traducciones, en distintas editoriales y con distintas ilustraciones: por Elena Temporin, en Picarona; por Montse Ginesta, en Anaya; y por Ana Laura Cantone, en Lumen.

El análisis fantástico de un personaje

Rodari hace un estudio de un personaje famoso italiano, la Befana. Nos va mostrando cómo fabular a partir de detalles sobre el personaje y las respuestas que podemos dar a preguntas que nos sugiera. 

Con este ejercicio, nuestro maestro llega a pensar en un personaje con unas características muy especiales y, a partir de ellas, construir la historia. Que si el personaje es de goma y entonces… y si fuera de piedra pues…

Así surgieron “Tonino el invisible” que con ilustraciones de Alessandro Sanna publicó Libros del zorro rojo, y  “Juan de cristal”, que con ilustraciones de Juan Aramburu publicó SM. Este último es un libro donde Rodari se “moja” a base de bien.


                                    

Y hasta aquí nuestro homenaje a Gianni Rodari. Insistir en la lectura obligada de su gramática y en disfrutar con sus historias.