viernes, 8 de julio de 2022

El pintor ciego (R)

De Xabier P. Docampo. Ilustrado por Xosé Cobas. Col. Libros para soñar. Ed. Kalandraka.


Con esos autores y ese título, “El pintor ciego” solo puede ser un homenaje a la pintura porque con ella se cuentan historias, o a las historias que nos evocan tantas y tantas imágenes. Es decir, el tándem Docampo-Cobas nos ha mostrado tantas veces un trabajo cocido en el mismo hogar y a fuego lento, que cabía esperar lo que es: un libro de una enorme belleza en muchos sentidos.


Es un homenaje a las historias y a la magia que esconden ya que consigue poner a sus personajes en situaciones de las que creemos que no se puede salir y, sin embargo, hay el giro preciso que aun siendo extremadamente fantástico consigue ser verosímil, y hace que cerremos este libro satisfechos por un relato lleno de verdad, toda la que encierra el amor, que no es ni más ni menos que la razón de este “pintor ciego”.


Es un homenaje a la pintura, no ya porque la historia trate de un pintor, sino porque el ilustrador hace coincidir estilos pictóricos de muy diversas corrientes y épocas, conviviendo coherentemente en un relato plástico que se pone al servicio de la historia, pero que a veces le toma la delantera y nos va llevando hacia donde el escritor tenía previsto.



Sin embargo, también estamos hablando de un drama, un pintor ciego y una historia de amor imposible que se nos precipita en las primeras páginas y que nos da que pensar que habrá mucho dolor en el relato. Nada puede terminar bien y solo la muerte parecerá ofrecerse como solución, por lo que escritor y pintor estuvieron de acuerdo en plasmar “La isla de los muertos”, de Arnold Böcklin, como destino final de los amantes, de lo que nos va “avisando” en distintas ilustraciones a lo largo de las páginas del libro, apareciendo la reproducción de este cementerio flotante en varios horizontes de otras tantas escenas.



El libro tiene dos partes muy diferenciadas que se van a reflejar en las ilustraciones: la presentación de personajes y nudo, con imágenes más figurativas, que se interrumpe con la escena del calabozo, a modo de pintura negra de Goya, y después el pausado desarrollo hasta el desenlace donde las ilustraciones van a alternarse entre lo surrealista y lo simbólico, al acompañar esa construcción musical de la imagen de la amada donde lo onírico asume formas, texturas, matices … y movimiento, en esa metáfora de la ceguera que toma la naturaleza de una gasa, una venda que va a moverse por voluntad propia por las páginas del libro (antes lo hizo en la cubierta y las guardas) hasta corporeizarse en la pareja de amantes y emprender su viaje final.



No necesita Cobas de los rompimientos (*) que aparecen en las paredes de palacio: transparencias hasta para los muros y columnas en ese afán de mostrarnos que podemos ver más allá de lo que nos permitan los ojos, y así nos va contando Docampo poco a poco como se construye una imagen con música: como “ver” la mirada franca, la piel blanca, la palabra, el gesto, el temblor de los labios… 

Escritor y pintor nos llevan desde una historia que sabe a cuento clásico a un viaje interior de los personajes, de sensaciones y sentimientos. Un camino que recorremos con ellos de manera casi hipnótica y que acabamos suavemente con una dulce pena.

(* Pint. Porción del fondo de un cuadro, donde se pinta una abertura que deja ver un objeto lejano, como un paisaje, una gloria, etc.)





Las referencias pictóricas 

A sabiendas de que no es mi campo y que puedo pecar de “enterado” y meter la pata en algunas de las referencias, quiero mostrar cómo el libro es un pequeño museo con pinturas de diversas épocas y estilos, como ya apunté. A la izquierda aparece el óleo que inspira la página concreta que, como fragmento, se encuentra a la derecha del texto que las comenta.

Por ello, este libro es para disfrutarlo, sentirlo, leerlo en soledad, pero también para el aula, no solo para la clase de Literatura, sino también para la de Historia del Arte y para la de Visual y Plástica. Imprescindible en todos los Institutos.

En esta página, artículo de José Carlos Canalda sobre el cuadro de Arnold Böcklin, las distintas realizaciones y obras posteriores que lo han versionado y homenajeado.
















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