sábado, 23 de abril de 2016

ABECECUENTOS (R)



De Daniel Nesquens. Ilustraciones de Noemí Villamuza. Editorial Anaya. Madrid. 2015.

     Recuperé la reseña anterior de Abecebichos (2012) porque me encontré con este otro título de esta particular minicolección, que he completado con Abececirco (2014). 


      Está claro el gusto de Nesquens por los abecedarios. Y no solo por estos títulos. En algunos de sus libros de cuentos aparecen derroches de nombres de personajes con la particularidad de que no coincidan en la inicial, por lo que se recorre casi el abecedario. En "Días de clase", además, se ordenan alfabéticamente en una suerte de guiño con los lectores que se fijan en si se ha saltado una letra y la recupera después.

     En esta tercera entrega, Nesquens homenajea a los personajes de los cuentos pero, claro, en orden alfabético, como en los otros títulos. Esta vez el reto para la ilustración es máximo porque el escritor sintetiza todo lo que quiere expresar del personaje con un adjetivo o con un verbo: “Caperucita cantarina”, “Frankestein friega”. 




     Noemí Villamuza, como siempre, da la talla sobradamente y coloca al protagonista de la doble página una compañía, de nombre también iniciado con la misma letra, a veces también personaje, quedando un libro bastante poblado. 

     Cuánto me gustaría saber el cómo se ha elaborado el libro, si esos compañeros fuera de texto (la iguana para Ivanhoe o el oso yogui para Yafar, por ejemplo) han sido sugeridos por el autor o son decisión exclusiva de la ilustradora. Reconozco que algunos binomios me gustan para generar historias, pero hay alguno que me rechina un poco (como en el caso de Yogui, o el demasiado "carameloso" de Wendy y Winnie).


     Otro detalle que también me ha llamado la atención es que, si bien los trazos de boceto que caracterizan los dibujos de Noemí son señas de identidad y llenan a los dibujos de vida y movimiento, en el caso de la Sirenita resultan excesivos en la cara y en Alicia en la barba. Unas sombras de resultado un poco raro.
     En cualquier caso, otro libro delicioso para provocar a los lectores a imaginar, reinventar, completar, añadir e incluso dibujar: ¿alguien se opondría a dibujar un verderón mirando a Viernes y su violín?
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      Y ya puestos comentamos el que nos queda: Abececirco.


     En esta ocasión, el texto era más narrativo y el ilustrador pudo tener más elementos para construir toda una historia seguida, todo el viaje de los componentes del circo hasta llegar a destino y hacer su gran representación. 
     Si el sustantivo es el que define el personaje que lleva la letra que toque (hombres, ilusionistas, jinetes, King Kon,...), el adjetivo, el verbo y otro nombre como complemento directo terminan de gestar la imagen que Alberto Gamón construye con ese estilo tan personal donde todo parecen piezas sueltas que sin embargo están perfectamente engarzadas. 


      Unas piezas que se antojan geométricas pero redondeadas para hacerlas completamente orgánicas. Un lujo.
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      Daniel: desde aquí me atrevo a sugerirte algunas otras posibilidades: Abecesitios, Abeceplantas y Abeceniños.







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