Pienso que para entender y disfrutar de la versión de una obra es indispensable conocer la original: la Caperucita de Dahl no cobra todo su valor si previamente no se ha oído la de Perrault, por ejemplo. Para esta revancha que le pide la liebre a la tortuga es imprescindible saber cómo esta última le ganó y por qué. En seis ilustraciones a página doble y dos sencillas, David Pintor nos cuenta la fábula original para dar paso a esta segunda parte que se promete complicada para la tortuga ya que, en la misma ilustración de la cubierta, se nos dice que la liebre no está dispuesta a dejarse ganar.
Sin embargo, hasta 5 veces más la tortuga le saca ventaja y no es para darle propaganda a los valores de tesón y constancia (casi lo mismo, casi), sino para aplaudir y hacernos reír con el ingenio. Sobre todo, la solución final que es de lo más… sin adelantar nada que chafe la sorpresa. Como siempre, habrá quien se ponga a favor de la liebre y diga que la tortuga es tramposa. Sin embargo, como pasa en “El gato con botas”, hay un planteamiento compensatorio por el que la tortuga gana porque “más vale maña que fuerza”, desmontando así la arrogancia leporina, la bravuconería del fuerte, el creerse por encima de los demás o, en el otro sentido, el superar las desventajas con las que se pueda nacer.
Los textos se reducen a cortos diálogos entre las protagonistas, y alguna reflexión “en voz alta” de la liebre. Muy sencillos por lo que son estupendos para quienes empiezan a leer, además de para leerlos a los más pequeños sacando dos voces.
Además, los comentarios de la tortuga aparecen en bocadillos y la narración visual es en planos secuencia que dan mucho dinamismo, movimiento, y junto con el vivo colorido se consigue una atmósfera casi de cómic, de historieta muy divertida y bien contada. Todo ello aumentado con la gran expresividad y gestualidad que asigna a la liebre frente a la pasividad y quietud de la tortuga, lo que hace que ambos rivales estén muy definidos.
A tener en cuenta las guardas de entrada presentando a esa liebre fanfarroneando y esas guardas de salida, con la meta vacía casi diciéndonos que no era importante el llegar sino el viaje. El del gran ingenio de la tortuga.
Liebre y Tortuga o liebre y tortuga
En la cubierta aparecen ambos nombres en mayúsculas, sin artículo: son dos personajes concretos que nunca tuvieron un nombre propio y por eso el de su especie ha de identificarles. Pero en el interior, solo aparece cuando la liebre hace referencia a su oponente y habla de “la tortuga”. Estoy muy a favor de esta manera de plantearlo, no soy partidario de eso de “Entonces Burro le dijo a Erizo…”. Si el burro habla y el erizo le entiende, bien le podrían poner nombres o decir que “entonces el burro le dijo al erizo”. Solo en un caso como el de este libro se puede dar esa licencia porque Liebre representaría la velocidad de esta especie animal y Tortuga la lentitud de la otra.
El autor
He aquí una pequeña semblanza que podemos ampliar entrando en su página web, aunque como en tantísimas ocasiones, no está muy actualizada y sus trabajos siguen aumentando… afortunadamente.
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