De Ilu Ros. Editorial Lumen. Grupo Editorial Penguin Random House. Barcelona. 2019.
Con este libro podría hacer como con otros de los que hay muchas críticas en la red, remitir a ellas y dar solo dos o tres opiniones personales. Pero es que me ha gustado “más que mucho” y querría hablar de él por si puedo enamorar a gente para que lo lea. No obstante, paso dos enlaces de vídeos muy cortos que nos pondrán en situación: Promoción editorial Palabras de la autora
Lo primero que quiero apuntar es que no es una novela gráfica, como se entiende en el mundo del cómic que es donde nace el término. No por tener textos y dibujos va a serlo. Porque no hay viñetas, no hay bocadillos, no es la imagen la que domina y subordina al texto, cada uno tiene su momento y a veces lo tienen a la vez. Porque la ilustración en muchos casos no ilustra al texto, sino que cuenta por sí sola (esa abuela agachándose, que nos dice cuánto le cuesta ya). Y también hay texto que discurre sin tener que tener ilustración alguna. Porque, aunque sea una suma de textos diversos, donde se mezclan la crónica, el ensayo, la narrativa mediante el diálogo, los textos externos asociados, las reflexiones a modo de diario, … el libro es una suma de todo ello, pero no como pastiche sino algo muy bien diseñado, engarzado y armónico.
La primera página solo contiene una pregunta de la madre a la hija, y la respuesta de esta, que da lugar al título del libro. Aquí queda definido todo lo que vamos a ver y disfrutar a continuación: el conflicto generacional está en dos generaciones seguidas, padres e hijos, pero si nos saltamos un paso no solo puede haber comunicación intergeneracional, sino que según la autora hay que ponerse a ello: “Déjate de Instagram, habla con tu abuela”.
El diálogo con la abuela va a servir como crónica de una época, la de su tiempo de joven, donde se refleja la emigración, la pérdida de raíces que esto suponía (ya que le hacía sentir como extraños en Francia y en España), el trabajo en el campo, el papel de la mujer, el escenario rural con su dureza y su amabilidad … pero, a la vez, comparando en paralelo con la situación de ahora, de los jóvenes y su migración, con la llegada de extranjeros, con la falta de trabajo e, inevitablemente, con el espacio urbano que el lector irá comparando al observar las ilustraciones de esos espacios abiertos, esos árboles, esa casa.
A su vez, y este es el detonante de la conversación, la comparación entre “aquellos” artistas y estos artistas. Con esos gustos por las cantantes de copla de los que la abuela le cuenta a la nieta algunos aspectos de interés de sus vidas y algún que otro “chisme”, la escritora hace una revisión del papel de estas en el franquismo, mostrando sus rebeldías, sus dificultades, sus rivalidades y, en el caso de Miguel de Molina, incluso su exilio. Por otra parte, pone en valor a cantantes actuales analizando sus trayectorias y el sentido y valor de su música.
Pasando a la parte visual, esta va a ser la que sitúe al libro como una obra original, que atrapa, que tiene una personalísima impronta y que hace convivir diversos estilos para diferenciar los momentos y el papel de cada mensaje. Por un lado, está la tipografía de cuando abuela y nieta hablan, que va a ser manuscrita, incontrolada en la superficie de la hoja, como palabras dichas que caen en el papel, con dos colores uno por personaje. Sin duda están hablando. Pero esa tipografía se vuelve “romana” cuando la autora presenta datos, reflexiona, coloca cosas en su sitio.
En el aspecto plástico, la autora va a mostrar una versatilidad importante para situar los distintos aspectos que quiere contarnos. El dibujo de la abuela y sus enseres, y el de sí misma en un ejercicio de autorretrato divertido, es un mundo orgánico, amable, con un contorno y zonas definidas que luego reciben líneas que rompan la posible frialdad de la línea clara, unas sombras o unas arrugas, que además son señas de identidad en esta autora. Las alusiones al pasado en dibujos de fotografías en blanco y negro (gris) son contundentes, pedazos de una realidad que fue en un instante que quedó grabado, pero sin que aparezcan las caras de las personas “retratadas”, podrían ser tus abuelos o nuestros padres (según las edades de los lectores, claro). Los paisajes, pertenecen a esos dibujos de libro de viaje, donde el artista se sienta a mirar y le resulta imposible no añadirle sentimiento a lo que ve, a lo que dibuja, y quedan cálidos, llenos de verdad. Los retratos de las folclóricas, caminan entre lo realista, ya que se les puede reconocer sin esfuerzo, y el arte pop, por la profusión de colores, lo impactante visualmente, lo exagerado de la pose …
Y todo sin una línea recta, desafiando al patrón estándar, con la hoja de color crudo, con una paleta de tonos pasteles donde un frecuente ocre nos recuerda a ese sepia con el que se vira al pasado. Pasado recogido en las portadas de revistas que reproduce pero, sobre todo, en tanto objeto cotidiano que podrían quedar en el olvido: el platero y el recogedor de madera, el salero de pared, la cerámica, la caja de cerillas, la persiana, las sillas de enea, el asador … y, cómo no, esos pasos para despiezar un pollo.
¿Y a dónde quiero llegar con todo esto? A recomendar su lectura a todo el mundo pero especialmente, en este blog, a los jóvenes, chicos y chicas que tal vez tengan una conversación pendiente con sus abuelos antes de que los pierdan. ¿Y algo más? Pues sí: que tengo que hacerme con el nuevo trabajo de esta autora porque promete mucho.
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