Tomi Ungerer es un autor con una gran producción de álbumes ilustrados para niños En esta entrada vamos a seleccionar cuatro muy especiales, protagonizados por animales muy especiales, y que la Editorial Kalandraka ha tenido a bien rescatar del “descatalogue” y a brindarnos en formato original.
Los cuatro están escritos e ilustrado por el autor y pertenecen a la colección Libros para soñar, de la editorial gallega. La abrumadora bibliografía y la interesante biografía de este autor alsaciano camino de cumplir los 82 años, se puede consultar en su página web.
Críctor
De Tomi Ungerer texto e ilustraciones. Col. libros para soñar. Ed. Kalandraka. Pontevedra.
Ante una posible galería de animales carismáticos procedentes de libros ilustrados para niños, si a una serpiente hay que hacerle hueco, este lo ocupará sin ninguna duda Críctor, un personaje creado por Ungerer, ya tras su traslado a New York, y publicado por primera vez por Harper & Brothers en 1958. Parece que con cierta nostalgia, el autor sitúa la historia en Francia (su tierra natal de donde había salido no hacía mucho) donde una señora recibe un regalo de su hijo: una boa constríctor.
A partir de aquí el absurdo está servido pero, sin embargo (ahí está el arte), todo impregnado de la verosimilitud que permite seguir la historia y sentir esa amistad entre la anciana señora (que aún sigue dando clases en un colegio al que lleva a Críctor) y la boa. Porque no fuerza la situación haciendo que la boa hable o haga cosas que no cabrían dentro de las más remotas posibilidades, sino que da de sí todo lo que te puedes imaginar con ese cuerpo de serpiente: servir como comba, hacer nudos, trepar por un poste, y formar letras y números como si los hiciéramos con una cuerda.
De esto trata la historia que no tiene mayores complicaciones, ni las necesita, pero que deja caer ese mensaje de que no por ser algo diferente ha de ser peligroso, que todo necesita ser comprendido y situado en su justo lugar. Por lo que en esta historia incluso terminan haciendo una estatua a la serpiente y dando su nombre a un parque.
Los dibujos son esas líneas elementales, justo las necesarias, para definir los personajes y los espacios, dando detalles solo en pequeños elementos (flores, plantas) y llevando esta síntesis al uso del color, con lo que la obra aparece a tres tintas: verde (que de camino sirve para fundamentar esa credibilidad de la boa como tal) y negro y algunas apariciones de tonos rojos. Y aunque no tan importantes como los elementos destacados de los personajes protagonistas, están los pequeños guiños que se podrán ir descubriendo en sucesivas lecturas (es un libro al que se volverá más de una vez) y que añadirán más calor, humor y afectividad a la obra (los ratoncillos, el homenaje a V. Hugo, el niño con la soga,…).
Adelaida
De Tomi Ungerer texto e ilustraciones. Col. libros para soñar. Ed. Kalandraka. Pontevedra.
Dice la editorial en la promoción de este libro: “Este clásico fabulado de Tomi Ungerer trata sobre la identidad, la formación a nivel y la búsqueda de la felicidad”. Añadamos la percepción de Ungerer del mundo: hay personas que se portan bien o no tan bien con los demás, y nos llama la atención sobre ello valorando mucho las buenas acciones. Con sus sencillos trazos, que sin embargo definen los personajes y sus caracteres perfectamente, y con las pinceladas de suave color (que no va mucho más allá del azul, el beige y el negro) el artista es capaz de construir ese universo en el que todo es posible, incluso una canguro con alas que se va a vivir a París para ser feliz.
Y es ese color beige y esa técnica de aguada con la que los límites de las imágenes a veces quedan imprecisos, lo que da en un primer momento una idea de fotografías en sepia, como de un documental de un noticiero que nos hablara de un tiempo y un lugar distantes hasta traerlo a la actualidad. Con guiños humorísticos como los personajes alados (la Victoria de Samotracia o el león persa) o el zorro del cuello del abrigo de una señora, con toda la pinta de estar vivo; con su idea de dejar claras las posturas, enfrentando a gárgolas con ángeles de las esculturas de Notre Dame; y con su estructura de héroe, azaña, peligro, enfrentamiento (en este caso con el fuego) y final feliz. A esto, Ungerer, añade un elemento importante: el agradecimiento.
Un personaje, simplemente, delicioso.
Emilio
De Tomi Ungerer. Col. Libros para soñar. Editorial Kalandraka. Pontevedra.
Salvar a un famoso buzo del ataque de un tiburón es la primera hazaña de un intrépido pulpo, a la que seguirán otras divertidas aventuras. Ungerer reivindicó la benevolencia de los animales, su autenticidad frente a la hipocresía humana, la justicia, la pertenencia al entorno natural y la imaginación por encima de todo, en sus historias de animales y, Emilio es una de ellas.
De nuevo combina la parte lúdica de las posibilidades plásticas del animal (aquí le da mucho juego el tener “ocho brazos”), con la aventura y la crítica social. Y siempre con una economía de recursos donde valdría lo de “menos es más”.
Como en los casos anteriores, el animal “humanista” tiene una contrapartida cómplice y “animalista”: si a Críctor la cuidó Madame Bodot y a Adelaida el Señor Mario, Emilio va a encontrar en el Capitán Samofar a su aliado en el mundo de las personas. Y también continuará esa amistad después de acabar la aventura ya que, cuando Emilio vuelve al mar, el capitán lo visita vestido de buzo con su escafandra, para jugar al ajedrez.
De nuevo una paleta mínima de colores donde a veces se da la combinación del rojo y el verde, con esa técnica de aguada suave que transmite tanta amabilidad y delicadeza.
Rufus
De Tomi Ungerer. Col. Libros para soñar. Editorial Kalandraka. Pontevedra.
Con el subtítulo de “El murciélago que adoraba los colores”, tenemos aquí el cuarto álbum de Ungerer protagonizado por un animal con nombre propio. Como en los demás casos se trata de una historia deliciosa y amable con la amistad de una persona (doctor Tarturo) y un animal, salvaje y siempre en libertad. En este caso, la ilustración se aborda con la misma elegancia que en “Los tres bandidos”, utilizando el negro y el blanco como colores, representando aquí la noche y el día, el espacio natural de Rufus y el del doctor Tarturo respectivamente, espacios opuestos pero conciliables.
Aunque no muy alejado de la fecha de creación de alguno de los anteriores, se diferencian algunos elementos de manera muy notable: la oposición entre buenos y malos (sin ser un cuento moral deja claras las posiciones) y el uso de un color a veces vertiginoso, sobre todo si lo comparamos con la “dicromía” que ha venido utilizando hasta ahora.
Y otra diferencia importante es que ya el protagonista no tiene que ser un héroe para ser aceptado y querido, ya no realiza ninguna proeza (los anteriores sí), tan solo cae herido en el jardín del doctor y este lo salva y lo cuida, y ahora sí se establece esa relación de amistad que no acaba con el libro.