Siguiendo con la entrada que iniciaba el homenaje a los ilustradores anónimos, vamos a acercarnos a un tipo de publicaciones donde sus trabajos se vieron numerosas veces recogidos pero sus nombres silenciados: los álbumes de cromos.
Por etimología, pareciera que se trata de un oxímoron, ya que álbum viene del latín albus que significa blanco, y cromo viene del griego chróma que significa color.
Y es que se trataba precisamente de eso, de llenar de estampas de colores un cuaderno que se nos presentaba con numerosos espacios en blanco.
Pero vayamos por partes.
Los cromos
La definición de la RAE:
1. m. Estampa, papel o tarjeta con figuras en colores, especialmente la de pequeño tamaño destinada a juegos y colecciones propios de niños.
Con esto ya tenemos un montón de posibilidades a lo que llamarle cromo así como dificultades para encontrar su origen. Lo que sí tenemos que tener en cuenta es que eran papeles impresos y, por lo tanto, tenemos que irnos a la producción de las técnicas de impresión. Si además queremos añadirle el color, llegaremos a las cromolitografías, que iniciaron su andadura en la primera mitad del siglo XIX.
Fue en Alemania y se fueron extendiendo por toda Europa, y lo mismo tuvieron una finalidad lúdica (para los juegos de los niños), como decoradora (para cajas o muebles) o comercial (como las vitolas o etiquetas de botellas).Algo de esto podemos ver en el Museo Litográfico de Cádiz.
Lo cierto es que pudieron venir de las primeras postales en blanco y negro que terminaban siendo coloreadas a mano. Luego la maquinaria que posibilitaba los troquelados le fue dando forma y ya tenían ese estilo propio de silueta de lo que representaban.
Pero color, forma y tamaño tan particulares para la época los situaban como poco accesibles para un gran público (caros) por lo que la forma de difusión más frecuente era la de verlos regalados con la compra de algún producto.
Los álbumes de estampas
Y ahora surgía una nueva inquietud: coleccionarlos. Esa adicción tan frecuente que se asocia directamente a las ganas de poseer pero que llevaba a la inquietud de hasta cuánto, hasta cuándo. Y ahí nacieron los cuadernos temáticos para colocar esos cromos, ahora llamadas en nuestro entorno "estampas" y casi siempre rectangulares, numerados y, por tanto, con un principio y un final: el álbum de estampas.
Otro camino cogieron los cromos, ya pequeños pero troquelados, que se destinaban a jugar e intercambiar y que casi siempre iban guardados en latas tan bonitas como los propios cromos.
Los ilustradores (y las ilustradoras)
Y va a conciencia el paréntesis ya que a la época a la que nos referimos, la presencia de mujeres era mucho menor que la de hombres a la hora de ilustrar. Sin embargo ahí está Beatrix Potter que comenzara ilustrando tarjetas y cuyos personajes siguen siendo representados en cromos, o la española Enriqueta Bombón.
Cromos de Enriqueta Bombón
Pero en la mayor parte de los casos, cromos y estampas salían al mercado y era bien difícil en el mejor de los casos, o imposible casi siempre, encontrar el nombre del autor o de la autora que los había realizado.
Y eso que sí les daba para escribir en las tiritas (que unía un cromo con otro para formar el pliego) la editorial o un número de serie, o eso que presentaban los cromos "printed in Germany": ges.gesch. Ni más ni menos que el "derecho de copia", pero en alemán.
Con los álbumes parecía más fácil que pudieran aparecer en los créditos imprescindibles (editorial, depósito legal, fecha) los nombres de los autores pero si se hacía mención a la ilustración, solía aparecer el nombre de un equipo o un "taller", como creación colectiva. Aunque se dieron honrosas excepciones.
Volveremos con ello.