De Mónica Rodríguez. Col. Gran Angular. Editorial S.M. (Cubierta David de las Heras). Premio Gran Angular 2018.
Un libro valiente por lo que cuenta y por cómo lo cuenta.
Empecé a leer este libro con muchas interrupciones y sabía que no lo estaba haciendo bien: no es un libro para leerlo poco a poco porque en cuanto te pilla te arrastra hasta el final. Y no es que haya una trama de intriga que te empuje a conocer un criminal o el desenlace de un secuestro.
Muy al contrario, es un libro intimista, que habla de emociones y sentimientos en la época más convulsa de los mismos: la adolescencia.
¿Pero cómo hablarles a los adolescentes de lo que les está ocurriendo sin rodeos, sin mentirles, sin ambigüedades…? Desde la honestidad, y para ello imagino a la escritora en un ejercicio de empatía, recuerdos, observación, introspección… porque hasta los que tuvimos la adolescencia hace tanto, vamos a reconocer un tiempo que fue y fue difícil.
En el libro aparecen cuatro generaciones. Luis es el hermano pequeño y sus emociones son desordenadas, simultáneas y sin nombre. Los padres, con emociones y sentimientos conocidos y nombrados pero unos permitidos y otros confinados. El abuelo, que nos mira en libro desde el cariño. Y en medio de todos está Marcos, el adolescente, el que tiene que ir identificando la rabia, el deseo, el dolor, el miedo, los celos, el amor, la duda, la ansiedad, … y todo ello, no lo olvidemos, con un cuerpo cambiante, un cuerpo que es el que tantas veces manda.
Porque Mónica Rodríguez no se ha escabullido, no se ha escapado en el adolescente que se enamora y punto. Se implica y reconoce “la tiranía” del cuerpo que cambia. Y su gran estrategia, y acierto, es la de elegir a un protagonista bailarín. Y es que para las emociones y sentimientos de un adolescente y el conflicto generacional podría haber elegido a un padre médico empeñado en que su hijo lo sea y le propone y le dispone desde pequeño. Pero para enfrentar esa otra parte de la adolescencia, ese cuerpo que cambia, que no se reconoce, que manda, que crece sin orden, un cuerpo al que exigirle e incluso castigarle, un cuerpo que demanda y al que se satisface, para recoger ese aspecto esencial de la adolescencia, la escritora ha elegido la figura del bailarín, donde todo esto se da por definición y donde puede situar a sus personajes en un mundo de disciplina y técnica pero también enérgico y a la vez lírico.
Así es esta prosa con la que nos encontramos: llena de poesía, de rabia, de amor, de proximidad … y en parte de sexo. Porque Mónica Rodríguez sabe que no puede seguir evitando hablar de lo que casi todos los escritores para adolescentes, al hablar del momento, eluden: si es biografía de un cuerpo, si dice que el sexo manda, hablará de erección y masturbación. Pero su elegancia es exquisita y si el lector no está sintonizado aún con la situación ni lo notará (probablemente la mayoría de las lectoras adolescentes), pero el que está inmerso en la situación encontrará la verdad de lo que le pasa.
Y llena también, la escritura, de velocidad. El protagonista nos cuenta día a día lo que está viviendo, pero de una forma tan a borbotones, tan tal y como lo vive, que la narración no nos diferencia los diálogos, ni quiénes hablan. Todo va seguido. Y, de cara a los jóvenes lectores, como dice un “booktuber” adolescente que lo recomienda encarecidamente: “al principio parece que no lo vas a comprender, pero se entiende perfectamente”.
Insistiendo en que lo importante es hablar de lo que pasa dentro y lo que pasa respecto a los de fuera, y que el ballet es el enclave ideal para desarrollarlo, para biografiar el cuerpo, la escritora no aturde con arabesque, assemblé, demi-plié o grand jeté, en un intento de demostrar sus conocimientos del tema, y a la vez despistar al lector (como ha pasado más de una vez con esos escritores que se exceden con la documentación).
Eso sí, hace que caiga en las manos de Marcos una biografía de Vaslav Nijinsky, a la que el protagonista va haciendo referencias y comparando, queriendo parecerse y queriendo diferenciarse, en esa pelea continua del adolescente por definirse, encontrarse y ponerse nombre.
A fin de cuentas, eso es una biografía.