Con el reciente estreno de una
nueva película de Tarzán, nos encontramos en un buen momento para comentarles a
nuestros niños y jóvenes que, como casi siempre, las historias de cine han
nacido en un libro. Y que allí son más extensas, con más detalles y, sobre
todo, no están hipotecadas a las
demandas del lenguaje cinematográfico, que está por ello menos próximo al
lenguaje de la imaginación de lo que lo está la literatura.
Tarzán es un icono mundial que
trata el mito del “buen salvaje” que ya se había contado muchas veces antes de
que Russeau lo pusiera en la palestra (ya había llovido desde que Plutarco hablara
de Rómulo y Remo). Y como siempre: Tarzán no es inocente. Sí, que no está
carente de ideología, que hay muchas connotaciones detrás de toda la obra de
este gran personaje (como personaje es enorme, no cabe duda) de la literatura protagonista de numerosas novelas.
Pero ocurre algo poco frecuente
con este personaje respecto a la época en que nació y se hizo popular, y es que
su creador Edgar Rice Burroughs nada más conocer el éxito de su primera novela,
decide extenderlo a otros medios de masa, cobrando los derechos de autor pero
teniendo que dejar la obra en manos de otros guionistas. Así, sobre todo el
cine, las tiras de prensa, los relatos por entregas y los cómics, abren el
mundo de Tarzán y, en consecuencia la diversidad de sus mensajes. En cuanto que
la televisión apareció, Tarzán apareció también en ella.
Por eso, en algunas obras
encontramos un Tarzán identificado con el medio y la naturaleza que lucha al
lado de los indígenas contra opresores blancos que vienen a estropearlo todo.
Sería el Tarzán solidario y ecologista.
Pero, implícito en su creación,
la mayor parte de las veces encontramos un Tarzán que deja clara la supremacía
del hombre blanco sobre el resto del mundo y sus habitantes, ya sean animales a
los que mata a diestro y siniestro (porque son muy peligrosos ¡glup!), ya sean
tribus de pobrecitos negros a los que solo un blanco puede defender, ya sean
malditos negros caníbales con los que hay que acabar.
Ni que decir tiene que la
supremacía del varón sobre la mujer es más que patente en casi toda la obra,
sea cual sea el autor, y además las connotaciones estéticas de la moda
imperante para un hombre (un personaje masculino casi desnudo que casi nunca
sufrió censura).
Entre todo esto, está la potente
imaginación de Burroughs que, aun siendo un escritor que se decide a escribir “porque
yo eso puedo hacerlo y mejorarlo” (ante los folletines que leía que consideraba
de poca calidad pero que producían mucho dinero), es capaz de idear mundos
llenos de aventuras, exotismo, fascinación y acción rápida sin pensar en lo que
pueda haber detrás. No olvidemos sus otros personajes en Marte, o en Venus o en
el interior de la Tierra, por ejemplo.
No era nada fino y entre el
espeso follaje de la selva podía poner algún león, por citar un caso que, por
el contrario, Julio Verne habría cansado al experto de turno, para que le confirmara si ese dato era
correcto o no. Porque, a diferencia del
escritor francés, Burroughs (que tampoco había salido nunca de su país) no se
relacionaba con la comunidad científica de su entorno.
Pero decía que si sumamos la
imaginación del escritor americano y su fantástico diseño del personaje, el
enganche que producían las tiras diarias y los dominicales del periódico,
los magníficos artistas que iniciaron la
andadura de Tarzán en cómic (Foster, Hogarth, Kubert,…)
el nuevo mundo que mostraban las
películas,
la capacidad de la televisión para hacer popular a alguien
y, para colmo, el ser tocado
por el dedo mágico de la industria Disney,
no cabe duda de que estamos ante
uno de los dioses de la mitología moderna. Y con sus más y sus menos (como
todos), seguro que tiene muchos adoradores.
Podemos estar entre ellos, pero
eso no quita que veamos las obras con un buen espíritu crítico y hagamos partícipes
de ello a nuestros jóvenes y pequeños.
Algo más
Como gran mito que es, Tarzán ha dado lugar a versiones, reinterpretaciones, creaciones paralelas, parodias, etc.
Como personaje de novela apareció Ka-Zar, que luego fue evolucionando en su adaptación al cómic.
También en cómic, hay un personaje paralelo: hombre blanco que pone orden en el caos africano, que es El Fantasma, de Lee Falk.
Y algo mucho más digno (que se acompañó de connotaciones políticas desde su inicio) que es Pantera Negra, pretendidamente un buen rey de un país imaginario africano pero, en el fondo, el protagonista de una autarquía.
La versión femenina no podía faltar, y al ser un personaje ligero de ropa, en los cómics ha tenido una gran carga erótica, participando incluso de los cómics pornográficos.
Además ha participado de ese grueso número de personajes famosos pasados a la parodia, tanto en cine como en animación y cómic. En estos casos se le conocía como George de la Jungla.
Cerremos reconociendo la importante figura de Tarzán en el imaginario colectivo, su valor como predecesor de los superhéroes y su "autoridad cutural" para aparecer cómo y dónde le plazca. Y, si no, vean esta imponente viñeta de Neal Adams con Flash Gordon y John Carter.
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