jueves, 28 de abril de 2022

Leo Lionni en Kalandraka

Como ya hemos apuntado, el interés de la Editorial Kalandraka por recuperar clásicos queda manifiesto en un catálogo con auténticas joyas de libros ilustrados, con firmas que pertenecerán siempre al grupo de lo mejor en la literatura infantil.

Basta comprobarlo en la entrada anterior.





Y una de estas firmas es la de Leo Lionni. 

Hace bastantes años presencié y escuché una conversación entre dos editores muy conocidos, uno español y otro mexicano, donde ambos expresaban su interés por publicar un libro de Leo Lionni: “Pequeño Azul y Pequeño Amarillo”, pero que no había manera de conseguir tratar el tema con los herederos.


Casualidad que en el viaje en tren que realizaba Lionni con sus nietos, a este se le ocurriera distraerlos cortando con los dedos unos trozos de papel de distintos colores e inventando una historia. Por el interés y aprobación que mostraron los pequeños (y pasajeros próximos) y por su experiencia en el campo del diseño, el autor dio el paso y terminó siendo un libro con poco texto, generoso formato y dominancia de la ilustración, por lo que muchos consideran que es el inicio del álbum ilustrado. 1959 fue el año en el que vio la luz.

Pero Leo Lionni no era solo un artista plástico. A esas alturas de su vida (contaba entonces con 49 años) ya tenía muchas experiencias vividas, muchas relaciones, muchos hechos históricos envolviéndole, muchos trabajos, muchos lugares del mundo, bastantes idiomas con los que se había comunicado… Era una persona que inevitablemente no contaba un cuento de dos manchitas de color, sino que transmitía mucho pensamiento,  concepción del mundo y de las relaciones, … y que terminaba produciendo un álbum donde todos vemos mensajes de identidad, tolerancia, respeto, convivencia, … 


Ficha completa de la editorial aquí.

Reseña en Pekelele aquí.

“Pequeño Azul y Pequeño Amarillo” fue el primero de casi 40 libros infantiles publicados por el autor que, para cómo se prodigan hoy los autores que alcanzan notoriedad, podrían parecer pocos, pero es que Lionni se propuso hacer uno al año (en algún caso publicó dos), sobre todo porque su actividad no se reducía a este mundo de los álbumes ilustrados.

Y aquí es donde aparece “Entre mundos. Una autobiografía”, que ha publicado la Editorial Kalandraka en 2021 aunque el original apareció en 1997, dos años antes de la muerte de su autor.


Un precioso booktrailer en el canal de la editorial Kalandraka.tv.

Como nos cuenta la editorial, Leo Lionni creció en un ambiente artístico -su madre fue cantante de ópera y su tío Piet, un gran aficionado a la pintura- y desde muy joven supo que ese sería su destino. Su formación académica no fue artística, ya que se doctoró en Economía. En 1931 se instaló en Milán y se interesó por el diseño gráfico. Cuando se trasladó a América en 1939, trabajó en una agencia de publicidad de Filadelfia, en la Corporación Olivetti y la revista Fortune. También aumentaba su fama como artista y sus obras se exhibían en las mejores galerías, desde Estados Unidos a Japón. Como él mismo llegó a decir: "De algún modo, en algún lugar, el arte expresa siempre los sentimientos de la infancia". Por sus méritos como pintor, ilustrador, diseñador y escultor, recibió en 1984 la Medalla de Oro del Instituto Americano de Artes Gráficas.


En esta autobiografía descubrimos que Leo Lionni no se puede definir a secas como un autor de libros infantiles. Como ya hemos comentado, su primer libro infantil llega cuando está próximo a los cincuenta años, y su producción es pausada y planificada. Llega a ello cuando por fin se dedica a la creación artística en diversos campos y muy especialmente a la pintura, un interés continuo desde pequeño que ha ido retrasando por su dedicación al diseño industrial y a la edición de publicaciones sobre diseño y arte.


Pero, lógicamente, la autobiografía no es un curriculum vitae. En sus casi 400 páginas de texto vamos a recorrer con el autor las edades del hombre; a tomarle el pulso a la sociedad de una época terrible con la segunda gran guerra y a la explosión creativa posterior; a los movimientos artísticos y sus artistas, tantos con los que se relacionó; al amor y la familia, pero siempre desde una absoluta discreción, incluidos los dramáticos momentos en que dijeron adiós a su hijo; las imágenes que nos ofrece de algunos países, tantos a los que viajó y en los que vivió; a la duda, al pensamiento libre, a la sensación de no pertenecer, al autodescubrimiento,…

                                       

El libro, una vez que termina la redacción del mismo, incluye cartas que el autor escribió a un amigo, y en ellas observamos el dolor de la vejez a la vez que la satisfacción de lo que ha vivido, el coste que le está suponiendo el terminar el libro y lo que supone saber que se van cerrando etapas para siempre.

                                        

Hay algo muy especial que nos acerca más a Lionni: su interés por el flamenco. Eso le llevó a Morón y de ahí a Jerez, a escuchar y ver flamenco de verdad en ese bar tan conocido para los jerezanos, que sigue junto a la zona del antiguo matadero. Y ese final del libro donde se declara ateo y místico y se explica en ese sentir especial cuando todo su ser confluye y se funde "en un solo flujo armonioso de energía (…); ese momento de levedad del ser que mis amigos gitanos llaman duende".

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Un par de libros del autor. Por un lado “Frederick”, y por otra una novedad en el mercado, aunque el original apareció en 1975. ¡¿Cómo pueden tener tantos años y ser tan actuales?!

                                          

Cuando llega el momento de invernar (que no hibernar) para estos ratones, Frederick puede volcar todo lo que ha ido gestando en su observación de la naturaleza, su recopilación de colores, su entramado de palabras y hacer vivible y disfrutable esa reclusión obligada. 

Si el libro es de 1963, alguien que lo leyera en 2020 creería que era una metáfora del confinamiento y vería la importancia de la cultura para poder darle sentido a la vida en esos momentos de reclusión. 

Pero no hace falta una pandemia para que Frederick demuestre la importancia de la literatura y la pintura (las dos artes que de forma más clara quedan defendidas por el ratón y que “alimentan” a los demás). No es de extrañar que le dedicaran una serie de sellos postales en Estados Unidos; no es de extrañar que se haya traducido a un sinfín de lenguas. No es de extrañar que en montones de países nunca esté descatalogado.

                                           

“Su propio color” es un libro sin fecha de caducidad. La reivindicación de la individualidad a la vez que la búsqueda de pertenencia a un colectivo es un proceso por el que todos pasamos en uno u otro momento. De nuevo un animal sencillo, constante en Lionni, pero con mucho potencial, va a ser el protagonista de esta fábula como siempre con distintas lecturas y que no solo tiene un mensaje en la historia y el texto, sino que también nos habla de los valores plásticos del color, su relación con la naturaleza y con los estados de ánimo. 

Y no olvidemos el resto de títulos de Leo Lionni en Kalandraka.

                                  

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Un extra para quienes quisieran saber sobre otro libro de Leo Lionni de ficción pero, sin duda, también de filosofía de vida. Se trata de “Botánica Paralela” donde el autor recopila dibujos, pinturas y fotografías de esculturas que estuvo creando durante varios años y a los que les asocia, según los casos, sus propiedades, su descubridor, su taxonomía, su ubicación, … todo inventado, pero con un segundo sentido que no puede ser menos que muy interesante y provocador.

                                         

Una buena muestra en este lugar, donde Ariel S. Winter expone lo que ha recogido del mismo.
















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