Dice Pep Bruno de este escritor:
“Antonio Rubio es un poeta y un maestro y un hombre que vive pegado a un verso (a muchos versos) y es puro ritmo y rima y sueño. Antonio Rubio es uno de esos escritores maravillosos que hay que conocer y leer y releer. Sus cuentos y poemas son siempre música para el alma, textos con sabor a tradición y a tierra. Él es maestro de maestros y niño entre niños. Antonio Rubio es siempre una fiesta.”
Y, además de ofrecer unos interesantes enlaces sobre el autor de Puer Poeticus, añade:
“Algunos de sus libros son absolutamente imprescindibles para el aula, la biblioteca y la casa.”
Este es uno de ellos: absolutamente imprescindible para el aula, para la biblioteca, para la casa y para las escuelas de magisterio y seminarios de trabajo de docentes y monitores y animadores de ludotecas.
Porque Puer Poeticus es el registro de la memoria del autor como niño que recuerda las cancioncillas con las que jugaba o que le cantaban, como poeta que crea y recrea teniendo clara conciencia de las claves del verso para niños y niñas, como maestro que observa los juegos acompañados de rimas y ritmos y que los escucha y los recoge, como folklorista que está inmerso en la tradición oral y reivindica y trabaja para su pervivencia, como trabajador del verso que descubre la importancia del cómo suena de cara a los pequeños por encima de lo que dice, como investigador que ordena y clasifica cuanto ha recogido para ofrecernos esta obra.
Cierto que parte de todo este legado de alguna forma se mantiene vivo por los propios niños y niñas que en patios, parques y recreos escolares escuchan a otros niños y otras niñas algo mayores las canciones con las que acompañan ciertos juegos, y que luego ellos y ellas, poco después. cantarán para que sean oídas y aprendidas por otros menores.
Pero también es cierto que mucho puede desaparecer. Sí, puede quedar recogido por escrito pero su valor está en mantenerse vivo, en ser recitado, cantado, jugado… porque son el primer encuentro con las palabras que darán forma al pensamiento, las claves del lenguaje con sus figuras literarias, las artes de la buena pronunciación… y con todo ello ese entrenamiento que luego se verá reflejado también con éxito en el aprendizaje de la lectura.
Y, además, en formar parte de una comunidad poética que comparte como los monumentos, los bailes o la gastronomía, todo un bagaje de emociones, de pequeñas coreografías, de juegos decorados y completados con sonidos, de fórmulas para relacionarse para participar del colectivo en el que cada individuo se encuentra, de símbolos con los que aprender a ser un ser social, una persona mejor.
Más aún, ¿cómo se construye una base sobre la que poder seguir creciendo en poesía? Cuando empieza a aparecer la lírica como una posibilidad y un deseo de lectura (y de expresión en producciones propias) será en el entrenamiento del folklore infantil donde encontrar las mimbres para disfrutar, entender, construir… esa hermosa relación de los jóvenes y la poesía.
Pues para que todo esto siga en marcha, Antonio Rubio ha recogido y organizado y redactado lúdica y pedagógica y bellamente el cancionero de tradición oral infantil (más de un centenar de textos diversos) en cuatro bloques a los que llama “reinos”, a saber:
O, simplemente, leer el libro por leerlo, por volver a escuchar la voz de la memoria y dejándonos arrastrar hacia momentos tiernos y felices. Por todo esto es un libro absolutamente imprescindible (que habría ganado mucho con un código QR que nos llevara a la voz del autor cantando y contando algunas de las cancioncillas y poemas recogidos).
Para saber más: canal lector
Para saber más: Concha Pasamar
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