De Fernando Pérez Hernando, texto e ilustraciones.
Colección Libros para soñar. Editorial Kalandraka. Pontevedra.
Entrando en el blog del autor, aquí, nos
enteramos de todo el proceso y de cómo la editorial ha estado
valorando posibilidades y cuidando hasta el más mínimo detalle.
Y es
que este es un libro muy sencillo que, a la vez, viene con una doble
lectura adosada, que lo hace muy interesante: la baja seguridad y
confianza en uno mismo a veces solo necesita un empujoncito para
partirse y que se pueda despegar, el uso de muletas (que nos hacen
creer como necesarias porque de otro modo seríamos incapaces de
andar), no es más que “una escalera” de la que seguro
podríamos prescindir.
En un primer momento, el libro es magnífico para los pequeños porque encuentran una estructura de texto enlazado que les hace predecir lo que viene a continuación; porque ofrece unas formas muy diferenciadas (círculos, rectas, triángulos,...) pero muy orgánicas a la vez; porque los colores son contundentes (cielo azul, suelo naranja, árbol verde,...) dejando los espacios muy delimitados; porque hay un uso del enfoque a modo de zoom que nos acerca y aleja la escena dándonos las distintas perspectivas; y especialmente porque los dos personajes, pájaro y conejo, son para abrazarlos.
Pero además, esas formas son las precisas, los elementos justos para situar la escena, sin artificio, en una suerte de síntesis y equilibrio que cuesta encontrar; los colores, además de su contundencia, dejan lugar a texturas y matices que enriquecen, dan calor y volumen conformando un espacio muy vivo; los enfoques, entre los primeros planos y los panorámicos hacen cómplices al lector acercándolo a toda la historia.
Pues en estas, si el libro es ya redondo para los pequeños, también lo es para cualquier edad, porque además de la exquisita propuesta plástica está esa metáfora que apuntábamos al principio.
Sería muy interesante sentar a un grupo de adolescentes y hacer un libro-fórum para que expresaran si tienen "una escalera roja" de la que quisieran librarse. Y podrían jugar a ser el conejo que es capaz de decirle a un amigo lo que él no ve y necesita saber.
Muchas gracias Pepe por tu reseña, realmente podría estar bien hacer ese ejercicio que propones con adolescentes... o incluso con nosotros mismos. Un abrazo!
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